sábado, 28 de marzo de 2009

El Titanic en Guayana

Andrés Matas


La demanda máxima instantánea de electricidad en Guayana se alcanzó el 5 de septiembre de 2008 y fue superior a 3.400 MW, desde entonces no ha hecho otra cosa que caer. Primero, desde noviembre de 2008, bajó a cifras en torno a los 3.100 MW, por la crisis de las briqueteras y de toda la industria del hierro y el acero, pero luego ha seguido bajando gradualmente para situarse por debajo de 3.000 MW la mayor parte de 2009. La semana pasada fue la hecatombe pues estuvo todos los días por debajo de 2.600 MW. Esta semana ha vuelto a recuperarse oscila alrededor de 3.000 MW. La única explicación razonable para esta caída tiene que asociarse a la producción de las industrias básicas.


Hay que destacar que en Guayana la demanda eléctrica está estrechamente vinculada con la producción industrial. Los sectores residencial, comercial e incluso las industrias pequeñas del estado, desde Caicara a Santa Elena de Uairen, tienen una demanda en torno a los 700 MW, concentrándose los otros 2.700 MW en las industrias básicas, de esta cifra Sidor y Venalum juntas representan más de la mitad. Si se considera que la demanda residencial y comercial fluctúa muy lentamente (la gente sigue encendiendo las luces y abriendo sus comercios haya o no crisis), las fuertes caídas tienen que deberse a eventos en las industrias y estos tienen una contrapartida en los niveles de producción.


Si se observa el consumo de energía, en un período más largo, se aprecia algo similar. El consumo guayanés en lo que va de año es 10% menor al del mismo período del año pasado. Esto confirma que estamos en presencia de una caída en la producción industrial. Las consecuencias son más que evidentes, todo indica que las empresas básicas, que ya andaban mal, ahora andan peor. También se puede expresar diciendo que si los trabajadores de muchas empresas no alcanzaban a cubrir sus salarios con el producto de su trabajo, ahora menos alcanzan. Todo esto ocurre en medio de protestas laborales por incumplimiento de algunos contratos colectivos y retrasos en la firma de otros. Lo que queda es esperar que los pasivos laborales se cubran con inflación, así como podemos asegurar que el salario mínimo comprará menos en diciembre que hoy, a pesar del aumento del 20%.


Mientras tanto, nuestro gobierno revolucionario nos lanza unas medidas económicas tímidas que no enfrentan ninguno de los problemas de fondo. No se corrigen los subsidios a la energía, ni la sobrevaluación del bolívar, ni los problemas gerenciales de las empresas. Es más, la medida más fuerte es endeudarse, lo cual no es otra cosa que correr la arruga. Algo así como mantener el rumbo esperando que el iceberg se aparte. El iceberg, por supuesto, es la recesión mundial y los precios petroleros relativamente bajos.


Con estas evidencias no se puede esperar otra cosa que la continuación del deterioro de las industrias básicas y de toda la región guayanesa. Puede ser más lento o más rápido, pero el camino está trazado invariablemente hacia el tempano de hielo. Se puede afirmar que la situación no es exclusiva de la industria guayanesa, sino compartida con todas las empresas públicas del país, pero esto, lejos de disminuir, aumenta la preocupación.


Lo único que nos queda es contemplar a nuestro Líder que, con sus admirables dotes de director de orquesta, sigue ordenándoles a los músicos que entonen bellas melodías. A lo mejor podemos echar un pie, mientras el barco en la oscuridad, cual Titanic tropical, sigue su rumbo indetenible hacia el desastre.


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