miércoles, 25 de febrero de 2009

Por una nueva industria petrolera

Diego González

Hay que aprovechar al máximo el petróleo mientras tenga fuerza mundial

La industria petrolera venezolana tiene que ser más que Petróleos de Venezuela (Pdvsa). La estatal ha secuestrado esa industria, de forma tal que les ha vedado a los particulares la posibilidad de participar libremente en ella. La realidad de Pdvsa es la siguiente: ha disminuido el conocimiento técnico; sólo 16% del total de las reservas de petróleo están desarrolladas (el resto no tienen la infraestructura para producirlas); hay 18 mil pozos inactivos; más de 600 prospectos exploratorios están sin posibilidad de ser investigados para explotarlos; las expectativas de recursos de 147 billones de pies cúbicos de gas natural están lejos de materializarse; han aumentado las exportaciones a países a los que se les dan grandes descuentos, pagan bajos intereses o se les aplica la figura del trueque o de servicios; se le han asignado actividades que deberían ser realizadas por otras instituciones; aumenta el uso de sus fondos para hacer política internacional, lo cual reduce los recursos que necesita. Por esto y más, cada vez la empresa produce menos petróleo y gas. Ahora no es una compañía petrolera.

Para que Pdvsa sea palanca que promueva la independencia del petróleo, será necesario tomar medidas que podrán parecer drásticas, pero no hay otra alternativa. Hay que aprovechar al máximo el petróleo mientras tenga fuerza mundial, para convertir a Venezuela en un país del primer mundo, donde todos disfrutemos de la mejor calidad de vida en términos de libertad económica, ingresos, educación, salud, justicia y seguridad. Para eso se necesita promover el desarrollo privado de la industria de los hidrocarburos en todas sus fases.

Pdvsa tendrá que asumir la figura de un holding con la tarea de ir saliendo gradualmente de sus actividades medulares e inmediatamente de las no medulares, reestructurándose completamente. Habrá que crear tres empresas independientes: Operaciones de Producción, S.A. (OPSA), Refinación y Comercio, S.A. (RCSA) y una para manejar los activos en el exterior. Estas empresas deben ir a la Bolsa, como permite la Constitución, para que los venezolanos tengan preferencia para adquirir sus acciones, como fue el caso de Ecopetrol en Colombia y de Petrobras en Brasil. Pdvsa y esas filiales no deberán crecer más. La nueva Pdvsa competirá con las empresas privadas.

OPSA tendrá que devolver a la nación los campos, los pozos inactivos y los prospectos exploratorios, así el ente regulador, a fundarse por Ley Habilitante, los licitará a firmas venezolanas e internacionales para su reactivación; se reactivará el exitoso negocio de la orimulsión, y se revisará la cesión de bloques de la Faja del Orinoco, para que vengan empresas que sí aumenten la producción. También el ente licitará los prospectos exploratorios, así como las áreas con expectativas de tener recursos de gas natural. Se requieren programas agresivos para desarrollar las reservas no desarrolladas y otorgar a particulares los permisos para tender nuevos gasoductos, sistemas de distribución y procesamiento de gas natural, y para nuevas estaciones de servicio y conveniencia. Estas acciones crearán miles de empresas particulares grandes, medianas y pequeñas.

En el plano institucional, debe procederse a crear una Asociación de Productores Independientes de Hidrocarburos (APIH) ajena a Pdvsa. La formarán los miles de venezolanos, agrupados en empresas, que están produciendo petróleo en México, Colombia, Canadá y el Medio Oriente, muchos de los expulsados y los mejores de la Pdvsa actual. Los cambios incluirán una reforma de la legislación de hidrocarburos para crear un instrumento que favorezca la inversión y el crecimiento en todas las fases del negocio, con reglas claras. Las nuevas empresas deberán ir a la Bolsa para permitir el concurso del capital venezolano.

Hay cosas por resolver para llevar adelante estas ideas, siendo lo más resaltante la voluntad de las élites políticas (mejor llamarlas los factores de poder), industriales, financieras, académicas y sindicales, que tendrán influencia en la implantación de tales medidas. Hay que eliminar el prejuicio de que con estas decisiones se perdería la soberanía, y que estas industrias son básicas y estratégicas; conceptos socialistas y desventajosos para el pleno desarrollo del país, y muy arraigado en los políticos viejos y nuevos.

Hay que trabajar para crear un Estado pequeño pero fuerte, y no empresario. Todo lo anterior sólo podrá llevarse adelante en un sistema democrático.

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