sábado, 21 de febrero de 2009

El renacer del carbon

Andrés Matas

Después de recorrer esta vorágine electoral es bueno retomar el tema tradicional de la energía que, al fin y al cabo, es el que al menos domino un poco (zapatero a tus zapatos). Para ello resulta oportuno comentar el comportamiento del carbón dentro del conjunto de las energías primarias, porque con este combustible se está operando un efecto “lázaro” que resulta sorprendente.

El carbón fue el energético líder desde la revolución industrial del siglo XVIII. De hecho, gran parte del éxito de la misma debe atribuirse a los avances en el manejo y uso del carbón. Pero un siglo después, a mediados del siglo XIX, apareció un enemigo que a la postre resultaría invencible, al menos por un buen tiempo: El petróleo. Desde que apareció este combustible, en 1859, fue desplazando gradualmente al carbón, el avance petrolero era indetenible, especialmente después del motor de combustión, y la suerte del carbón estaba echada.

Pero los asuntos energéticos son lentos y las cosas avanzan poco a poco. La energía es intensiva en capital y las instalaciones son costos hundidos que no tienen uso alternativo. De modo que el desplazamiento del carbón tardó mucho tiempo. Pasó otro siglo para que el petróleo superara al carbón como primera fuente de energía primaria, alrededor de 1960, mucho tiempo después de que aviones y carros llenaran cielos y autopistas. El uso del carbón terminó concentrándose en la generación eléctrica, lo que a la larga terminaría siendo su refugio.

En 1973 el petróleo y el carbón se repartían el 85% de toda la energía primaria en el planeta (sin considerar la biomasa, mayormente leña), 48% para el petróleo y 27% para el carbón. Pero hasta allí llegaría el crecimiento del primero y la caída del segundo. Este 48% ha sido la participación máxima del petróleo dentro de las energías primarias. Desde 1973, tras la alerta del embargo árabe y el alza de su precio, la participación del petróleo ha disminuido sistemáticamente hasta nuestros días, siendo desplazado esta vez por el gas natural, la hidroelectricidad, la energía nuclear, las fuentes no convencionales y también, quién lo diría, el carbón. De hecho, en 2007, el petróleo representó el 35% del consumo de energía primaria, de modo que en 34 años pasó de ser casi la mitad a ser casi un tercio. Mientras el carbón mantuvo la participación, e incluso la aumentó un poco para ocupar el 29% de toda la energía primaria en 2007.

Las razones de este repunte tienen tres orígenes: económico, de seguridad y tecnológico. Económico, porque el carbón no está sujeto a las oscilaciones cíclicas del petróleo y permite estabilizar y predecir los costos; de seguridad, porque las reservas de carbón son abundantes y están distribuidas ampliamente en muchos países, especialmente los grandes consumidores; y tecnológico porque los avances de las centrales termoeléctricas ha permitido quemar carbón con mayor eficiencia y de forma más amigable con el ambiente. Entre las razones tecnológicas hay que destacar el avance de la electricidad. Hoy en día la mitad de la energía consumida en el planeta llega al usuario en forma de electricidad y el carbón tiene una participación importante en la generación de la misma, mientras el petróleo se ha reducido a un mínimo.

¿Qué pasará en los próximos 30 años? Nadie tiene una bola de cristal, pero los avances tecnológicos son fundamentales. Si empezamos a ver pronto carros híbridos y la electricidad se posiciona también como energía importante en el sector transporte, no será extraño que en 30 años el 60% o más de la energía llegue al usuario como electricidad. En este escenario la participación del petróleo seguirá bajando, tal vez hasta la cuarta parte del total, y la industria del carbón continuará saludable y, probablemente, vuelva a superar al petróleo. Curiosa paradoja la suerte de un combustible del siglo XVIII que vuelve a renacer en el siglo XXI

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