Rafael Gallegos
-
Se dice incompetente - me corregirán, con toda la razón, los lectores.
Pero no me negarán que “incompetitiva” suena mejor que incompetente, para describir este marasmo
de la productividad, que padecemos en
Venezuela. Además, si al más alto nivel hablan de millonas y de mitades más
grandes, “incompetitiva”, créamelo, podría ser una nueva palabra en el diccionario
de desfachateces de esta “revolución”.
“Revolución” que nos ha llevado a los lichers de los ranqueos mundiales de competitividad.
Lo que queda de nuestras empresas, es cada vez menos capaz de interactuar
exitosamente en el mercado. Competimos al mismo nivel que países pobres, sin
recursos ni tradición democrática, como Haití, Uganda, o Mozambique. Qué
vergüenza. Y encima, se jactan. ¿Para eso ha servido el petróleo?
La “revolución” actúa como si esquilmando el
petróleo y desbaratando las instituciones, se puede desarrollar un país. La
verdad es que sería un verdadero milagro. Y los llamados “milagros” económicos, no existen. El
“milagro” japonés, por ejemplo, no fue tal. Sino el resultado de una Visión de País,
basada en estrategias de competitividad, en simbiosis con novedosos sistemas
gerenciales. Un coctel de desarrollo que los más simplistas...
llamaron “milagro” japonés.
La competitividad de los países no se puede
desarrollar con decretos demagógicos, ni acciones populistas como el “rescate”
de empresas, para transmutarlas de emporios a ruinas; “invasiones” de haciendas
productivas; expropiaciones confiscatorias y sin norte; frases cursis y vacías
como “tenemos patria”, “ser rico es
malo” o “con hambre y sin empleo con Chávez me resteo”; insultos a la “derecha apátrida”,
a los “asesinos”, a los “lacayos del imperio”; listas excluyentes y fascistas como la tascón. Tanto barro, nos
ha conducido a este lodazal tan complejo, tierra movediza, donde se hunde la
patria.
La competividad de los países es una estrategia
que abarca, empresas de calidad; instituciones públicas fuertes e
independientes; moderna infraestructura; leyes que le den seguridad a los
productores; innovación; valores; instrucción orientada a las necesidades de
producción.
Todo lo contrario de lo que hace este gobierno.
Por ello, nos hemos convertido en uno de los países más incompetentes del
mundo. Ahogados en petróleo.
TRIPLECORONADOS
Este modelo socialista bolivariano, nos ha llevado
a optar por una vergonzosa triple corona. Nada que ver con el liderazgo de
jonrones, carreras empujadas y promedio de bateo, que nos hacen sentir tan
orgullosos de nuestro paisano Miguel Cabrera.
Inflación,
escasez y devaluación de la moneda. En los tres parámetros, Venezuela es firme
candidata a encabezar las listas a nivel mundial. Como Cabrera, en el 2013,
tenemos asegurados dos de los tres renglones. Y en inflación, “peleamos” el
primer lugar con dos países panas: Irán y Siria. Y eso significa, no lo
dude, hambre.
Hoy hay en Venezuela menos de empresas que hace
quince años, o sea… menos empleos y menos producción. Es la consecuencia de los
autoritarios “exprópiese”, ordenados desde Cuba y de la salida de la Comunidad
Andina, que acabó el intercambio con Colombia.
Somos importadores de casi todo lo que comemos.
Las industrias petrolera y básicas de Guayana, son unas caricaturas del pasado.
Cuando los demagogos, nos repitan “pero tenemos patria”, echemos un vistazo a
los crecientes ranchos de Caracas,
preñados de hambre, violencia y de
juventud sin futuro.
¿QUÉ
HACER?
No hay
países prósperos sin empresas prósperas. Suiza, Estados Unidos, Suecia,
Indonesia, Japón, Holanda, y un largo etcétera que constituyen las naciones más competitivas del mundo y por lo tanto
las de mayor calidad de vida.
Contrariamente, el modelo socialista que nos
gobierna, se parece más a Cuba, Corea del Norte, Camboya, Bielorrusia; todos fracasados
y autoritarios. Ni prójimo de la calidad de vida que muestran los países
competitivos, demócratas y capitalistas
que hemos mencionado.
El modelo comunista es, no lo dude, hambre y
represión. ¿Es esto lo que usted quiere para Venezuela? Nos han hundido en el
excremento del diablo. Como decía mi inolvidable padre, en lugar de pedir
votos, deberían pedir perdón. Y no será suficiente.
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