Juan Fernández
En el corto plazo, el país depende como
nunca de PDVSA, mientras el mercado petrolero mundial se transforma y Venezuela
se queda fuera. Si se continúa con el mismo esquema, será imposible frenar el
deterioro.
El mercado petrolero está cambiando de
manera acelerada y Venezuela se está quedando atrás. La producción de reservas
no convencionales de gas y petróleo por parte de los EEUU, a la que se suman
otros países en la búsqueda de la autosuficiencia energética, debe ser para
nuestro país un tema de profunda reflexión e implica la necesidad del
desarrollo de una estrategia coherente para mantener al país como una fuente de
suministro confiable de energía. Como hemos dicho anteriormente, de nada vale
llenarse la boca como hacen Maduro y Ramírez, al decir que Venezuela cuenta con
las reservas de petróleo más grandes del mundo.
Este cambio estructural del mercado
petrolero hacia los productos no convencionales, tiene influencia en la oferta
y por ende en el precio del petróleo, tanto en el corto como en el mediano y
largo plazo. Un grupo de países de la
OPEP que se acostumbraron a una renta alta del petróleo, como es el caso de
Venezuela, basaron su plan económico en precios siempre altos del petróleo,
descuidando los volúmenes a producir. Si el precio del petróleo llegase a los
90 dólares por barril, el impacto en nuestra complicada situación económica sería
catastrófico, con consecuencias en el ámbito político y
social. Otros miembros de la OPEP, entre
ellos Nigeria y Angola, ya han indicado públicamente la amenaza de las reservas
no convencionales. Sin embargo, Arabia Saudita, el mayor productor de la OPEP, ha
indicado que no ve como amenaza la producción de reservas no convencionales.
Este país, , por las ventajas competitivas tanto de calidad de crudo y
logísticas por su ubicación geográficas, vendería a los mercados en
crecimiento, es decir China e India, y de hecho se prepara para aumentar su
producción a 12 millones de barriles diarios.
En este sentido vemos el resultado de la
reunión de la OPEP de mayo, de mantener el status quo en relación al suministro
al mercado del 40% del consumo mundial de petróleo, hoy alrededor de 31.5
millones de barriles diarios. El tema del cambio estructural del mercado es una
discusión de fondo importante que queda pendiente.
Ahora bien, en el caso de PDVSA, que
enfrenta una severa crisis operativa y
financiera por el empeño de usar petróleo para la política, vuelven los
anuncios de financiamientos que suman en los últimos días sobre los 10.000
millones de dólares, para supuestamente aumentar la producción y financiar planes
de expansión que no se concretan. Por un lado, se reciben préstamos de los
socios como es el caso de Chevron, Rosfnet y los chinos, donde entran las
interrogantes sobre cuales condiciones y garantías debe otorgar PDVSA, la
responsabilidad de la ejecución de los proyectos para obtener los tramos de
financiamiento, la comercialización del crudo y las fórmulas de precio a ser
utilizadas. Es importante indicar que este tipo de operaciones significa que el
riesgo PDVSA y país lo absorbe el socio y los socios no querrán que su
clasificación o percepción de riesgo en el mercado aumente, por lo que las
condiciones son para minimizar cualquier eventualidad de riesgo PDVSA y sin
duda se traducirá en más costo por el dinero prestado. Nadie se cree ese cuento
de Rafael Ramírez que PDVSA no da descuentos o que las condiciones son tan favorables
como pretende hacernos creer.
El otro ejemplo es la apertura de una
línea de crédito de 1.000 millones de dólares por parte de Schlumberger que PDVSA
muestra como un logro. En realidad, las dificultades de pago de PDVSA a
terceros son evidentes y es de sentido común de los responsables de las
finanzas y de los auditores de las contratistas recomendar ese cambio de una
cuenta por cobrar a una línea de crédito debiendo incluir colaterales
garantizados por la petrolera estatal venezolana. Es que, para una empresa
contratista es preferible tener el registro de una línea de crédito garantizada
en los balances de la empresa que una cuenta por cobrar, que en la práctica
nunca se cancela.
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