Es maravilloso poder hablar
elogiosamente de una persona viva. Generalmente en Venezuela se espera a que la
persona muera para hablar bien de él/ella. Aprovecho el cumpleaños No. 90 de
Ramón Cornieles para resaltar como, en la industria petrolera venezolana del
siglo XX, una carrera destacada dependía esencialmente de los méritos de la persona,
la famosa meritocracia que ha sido convertida en mala palabra por el régimen
castro-chavista que hoy nos acogota.
Ramón Cornieles y Alberto Quirós
Corradi son los mejores ejemplos que conozco de la meritocracia petrolera,
aunque no dudo que hay muchos más. Ambos comenzaron desde abajo y llegaron al
tope en sus empresas, debido a la constancia, la perseverancia, el talento y su
capacidad para tomar decisiones, algunas posiblemente difíciles o
incomprendidas en el momento pero casi siempre reivindicadas en el mediano plazo.
Cornieles y Quirós son también
ejemplos de ciudadanía útil. A los 82
años Quirós se mantiene como una referencia obligada en las columnas de opinión
sobre nuestro país y se acaba de graduar de Magister en Bioética en la
Universidad Central de Venezuela (con que se comerá eso? , preguntará Diosdado)
y Ramón Cornieles escribe, asiste a conferencias, opina y ejerce a tiempo
completo su profesión de ciudadano. Otro quien acaba de cumplir 90 años, muy
activo, luciendo casi como cuando tenía 60, es Diógenes Madrid, mi querido Diogenito de la Universidad de Tulsa,
compañero de tantos momentos felices de mi vida. Todas las semanas Diógenes se
reúne con otros amigos para conversar sobre el país en una especie de Pentágono
maracucho.
Pero, volvamos a Cornieles. Lo
conocí en su bastion favorito, la refinería de Cardón, la cual él manejó por
muchos años. Creo que fué en 1977 que Pequivén, la empresa petroquímica, fué
adscrita a PDVSA, a fin de tratar de salvarla del desastre. Aquella empresa
tenía unos 4000 empleados y solo necesitaba no más de 1500. EL General Alfonzo
Ravard me llamó un día y me dijo que habían decidido enviar a Ramón Cornieles a
manejar el rescate de esa empresa. Ello dejaría a la refinería de Cardón sin
Gerente General. Quisiera yo
reemplazarlo por uno o dos años?
Como Director de PDVSA yo era una
especie de mono de la baraja. Donde me necesitaban iba. Y para Cardón me fuí. Para un geólogo sin conocimiento real de la
función de refinación, esta no era una tarea fácil. La llevé a cabo, como lo
hice es otra historia. Lo importante es que Cornieles se fué a la Petroquímica
y la limpió de tal forma que la convirtió en una empresa sana y floreciente en
poco tiempo, llegando a convenios con los sindicatos que permitieron rebajar la
nómina en unos 2000 empleados. Cuando Cornieles se fué de Cardón me llamó y me
dijo: “Mira, Coronel, no te metas con mi refinería. Ella anda perfectamente.
Nada de estarla embelleciendo, no cometas pendejadas”.
Sin embargo, eso fué lo que yo hice: embellecerla,
pintar los tanques. De la refinación como tal se encargaron Leo Wilthew y Luis
Hernández, quienes si sabían de eso. Un día le pregunté a Crispiniano Rodríguez,
Gerente de Personal, que hacían los empleados de la refinería en su tiempo
libre. Y me respondió: “lo que usted haga. Si usted juega yoyo, todos van a comenzar
a jugar yoyo”.
Yo comencé a sembrar árboles. En
esa tarea conté con la colaboración de una magnífica persona llamado Armando
Coronel, sin relación familiar conmigo. A la semana de haber comenzado teníamos
a una legión de empleados de la refinería sembrando árboles. Creo que allí
están todavía esos árboles, ya grandes. A menos que los haya cortado la revolución.
La última vez que ví a Ramón fué
hace unos 12-13 años. Me lo encontré en un avión regresando a Maiquetía desde
Maracaibo. Me ofreció una colita a Caracas en su auto, el cual resultó no tener
operativos los limpia parabrisas. Lo supe cuando nos cayó un palo de agua en la autopista y tuve
que servir de limpia parabrisas humano. Al llegar a Caracas, el auto se nos
apagó en la autopista. Quien tuvo que empujar? El suscrito.
Cuando arrancamos de nuevo, Ramón
me dijo: “Nos tomamos unas cervezas en Plaza Venezuela”? . Y yo le dije: “Lo
que yo voy a tomar es un taxi para la casa, Ramón”.
He seguido su actividad incesante
en Internet. Ramón Cornieles: Un gran
ejemplo de buena ciudadanía venezolana!
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