sábado, 4 de abril de 2009

ABAJO COLÓN Y ARRIBA MARULANDA

Rafael Gallegos


Autoritarismo que se respete viene con su mitología incorporada. Nuevos héroes, nuevos villanos y nuevos execrados. Los comunistas chinos hicieron lo imposible por borrar de la historia nada menos que a Confucio, los comunistas rusos a Trosky. La dictadura de Pérez Jiménez se empeñó en tapar la gigantesca sombra literaria de Rómulo Gallegos, hasta el punto de mover sus influencias para impedir que se le otorgara el Premio Nóbel de Literatura de 1950, que según un artículo del entonces desconocido escritor García Márquez, le sería entregado casi con seguridad.


Estos regímenes elaboran la lista de sus nuevos héroes. Stalin, el mismo responsable de las purgas y de millones de muertos en la Unión Soviética, fue promocionado como un prócer de la patria. Igual sucedió con Mao, obviando los muertos de la revolución cultural; con Fidel y el Ché, mirando para otro lado respecto a los fusilamientos, represión, mordaza, presos y exiliados cubanos. O con el Kmer Rojo, Kim Il Sung, Pinochet, Chapita y tanto dictador promocionado en su momento como… ¡benefactor!, de sus sociedades. Se trata de venderle al pueblo una nueva historia, con el oscuro fin de la perpetuación en el poder y con la tapada intención de aplicarle al ciudadano la amenaza del lobo a la caperucita: para comerte mejor.


La “revolución” venezolana sigue esa ruta. Trata de borrar la historia. Vende a Páez como un traidor y no como al fundador de la democracia conservadora el siglo XIX; a Betancourt como un asesino, contrario al valiente estadista – ojalá tuviéramos uno así en este momento- que enfrentó y derrotó en Venezuela la rebelión comunista encabezada por Fidel Castro y salvó a nuestra democracia. Tratan de vender a un heroico Cipriano Castro, obviando sus presos y torturas magistralmente descritas en “Memorias de un venezolano de la decadencia”. Pura falsificación, así son las revoluciones. Nos quieren contar que el 4 de febrero fue una rebelión y no un cruento y fracasado golpe de estado contra un gobierno democrático, que provocó decenas de muertos; al igual que el 27 de noviembre donde les es imposible justificar, por ejemplo la baleada y muerte del humilde vigilante del canal ocho. Ahora celebran el 27 de febrero como un acto revolucionario, cosa tan absurda como si un epiléptico celebrara la fecha de su última convulsión.


Así, quieren desaparecer a Cristóbal Colón, ignorando uno de los acontecimientos más importantes de la historia de la humanidad. Tal vez en el futuro cuenten como los indígenas derrotaron a Colón cuando llegó a América, o hagan una condena a los virus que se “cuadraron” con los españoles para acabar con los nativos. Abajo Colón, dice la “revolución” y quitan el barco del Parque del Este para sustituirlo, en su proverbial ineficiencia… por nada. O descabezan sus estatuas. A este paso, nos dirán un día que Colón no existió, que fue un fenómeno mediático. Curioso; pero parecido a como algunos quieren hacer con el holocausto de Hitler. Parafraseando al Presidente, si los medios privados no existieran, Hitler no tuviera tan mala fama.



Ahora resulta que Marulanda es un héroe de esta “revolución”. Mientras tumban estatuas de Colón, al guerrillero se las levantan. Pronto propondrán que se le saquen remitidos de secuestrados agradecidos, digamos encabezados por Ingrid Betancourt o por Araújo y con toneladas de abajofirmantes. O tal vez desde ya se apresten a celebrar el primer billón de horas secuestro, con la misma emoción que por ejemplo Japón celebrara su carro número cien millones. En su infinita desfachatez, son capaces de imitar la frase de Napoleón frente a las pirámides “cuarenta mil años os contemplan” y expresar frente a las estatuas de Marulanda: cuarenta mil muertos y sus familiares os lo agradecen.


A los execrados Colón, Páez y Betancourt, habrá que agregar a Juan Vicente González por conservador, a Andrés Bello por no haber peleado en la Guerra de Independencia, a Rómulo Gallegos y Andrés Eloy Blanco por adecos y quien quita que hasta desaparezcan de la historia a José Palacios el fiel asistente personal de Bolívar, porque… tenía los ojos azules. Ah! y tal vez la volada de cambiarle el nombre al Estado Vargas, esté en esta tónica, porque hay que borrar a los civiles que dan lecciones de civismo y no de militarismo.

Y todo, como en las dedocracias, sin consultar a nadie. A los del gobierno porque no saben o les da pánico contradecir al jefe. A los de la oposición porque son enemigos. Puro decreto. Vivimos una época jefe único, como la de aquel mexicano que no sabía de diálogos, ni le gustaba que lo contradijeran. Otro nuevo héroe de esta “revolución”. Si la memoria no me falla, se llamaba Juan Chavezqueado y de él se decía que si la pierde, arrebata. Se solicita baremo para medir democracia.


No hay comentarios:

Entradas mas leidas

Navegacion