Carlos Delgado
Soy ciudadano venezolano, sucrense por nacimiento y he residido en mi estado natal, Anzoátegui, Zulia y Falcón, visitante ocasional de Trujillo y residente en Caracas por 24 años, con una "pasantía previa de tres años por allá por los 70. Los amigos hechos durante ese largo recorrido me han invitado y sugerido ir a vivir en el interior del país, especialmente los "navegaos" que se han ido a Margarita. Todos me hablan acerca de la inseguridad de Caracas. Todos los argumentos son válidos...relativamente.
Hoy, sin lugar a dudas, se vive mejor en el este de Caracas que en cualquier parte del país a pesar de estar limitado, constreñido, acosado, amenazado. En otros sectores de la ciudad también se vive bajo los mismos estándares. Lamentablemente, los sectores más populares, especialmente las barriadas de los cerros, cargan con la mayor parte de las calamidades que puede sufrir una gran urbe, como en todas partes del mundo. Pero la gente que vive en ellas no quiere mudarse de Caracas, igual que yo. Ellos vinieron de Trujillo, Sucre, Cojedes, Mérida, Táchira, Delta Amacuro, Apure, Barinas...y no quieren revivir las penurias que dejaron atrás. Sus familiares, quienes aún viven en la provincia, así lo ratifican: "¡No se vengan! Aquí no hay luz ni agua, el aseo urbano no se conoce, las mejores verduras, hortalizas, granos y papas se van para Caracas, también la carne de res y el pollo, a mejores precios que en el interior. De los electrodomésticos, ni hablar. Ustedes tienen escuelas, universidades, hospitales, en decadencia, pero los tienen. Encima, gozan de buen clima y de los mejores espectáculos artísticos e intelectuales. Allá, ustedes pueden comprar alimentos para una quincena pero nosotros no podemos pues se pudrirían. Allá, los deslaves los resuelven con urgencia, los huecos los medio tapan, los policías aparecen de vez en cuando aunque ustedes sientan desconfianza, las huelgas, paros y manifestaciones tienen final feliz o, simplemente, pasan por debajo de la mesa, son ignoradas, igual a lo que ocurrió en Madrid. Si no tienen trabajo, se rebuscan en la autopista, en el mercado de las pulgas, de ayudantes de lo que sea, de revendedores, de malabaristas en los semáforos. ¡No se vengan para acá! ¡Abran un huequito donde meternos! Preferimos compartir vuestras calamidades y miserias a estar abandonados y permanecer ignorados, salvo cuando hay que votar. ¿Será que el voto de ustedes se cuenta por dos o tres?".
Amigos, esa es la situación. Entonces, me pregunto ¿Soy ciudadano privilegiado por vivir en Caracas? ¿Será verdad que mi voto vale dos o tres veces más? ¿Por qué mi familia, mis amigos provincianos y los "navegaos" no tienen los mismos derechos que yo? El privilegio de la seguridad personal y el costo de la vida pasó a ser una entelequia en el interior. ¡Pura fantasía! ¡No es justo que mis compatriotas sean ciudadanos de segunda o tercera clase! Vivir acosados, constreñidos, ajustados, acechados, vigilantes, es tolerable a tener que vivir en las mismas condiciones más el agravante del abandono, la desidia, la injusticia, el olvido, a los que son sometidos los otros venezolanos que tienen los mismos derechos que yo. ¡No es justo!
PD: Lamento que muchos de ustedes no puedan leer esta nota porque no tienen LUZ.
Hoy, sin lugar a dudas, se vive mejor en el este de Caracas que en cualquier parte del país a pesar de estar limitado, constreñido, acosado, amenazado. En otros sectores de la ciudad también se vive bajo los mismos estándares. Lamentablemente, los sectores más populares, especialmente las barriadas de los cerros, cargan con la mayor parte de las calamidades que puede sufrir una gran urbe, como en todas partes del mundo. Pero la gente que vive en ellas no quiere mudarse de Caracas, igual que yo. Ellos vinieron de Trujillo, Sucre, Cojedes, Mérida, Táchira, Delta Amacuro, Apure, Barinas...y no quieren revivir las penurias que dejaron atrás. Sus familiares, quienes aún viven en la provincia, así lo ratifican: "¡No se vengan! Aquí no hay luz ni agua, el aseo urbano no se conoce, las mejores verduras, hortalizas, granos y papas se van para Caracas, también la carne de res y el pollo, a mejores precios que en el interior. De los electrodomésticos, ni hablar. Ustedes tienen escuelas, universidades, hospitales, en decadencia, pero los tienen. Encima, gozan de buen clima y de los mejores espectáculos artísticos e intelectuales. Allá, ustedes pueden comprar alimentos para una quincena pero nosotros no podemos pues se pudrirían. Allá, los deslaves los resuelven con urgencia, los huecos los medio tapan, los policías aparecen de vez en cuando aunque ustedes sientan desconfianza, las huelgas, paros y manifestaciones tienen final feliz o, simplemente, pasan por debajo de la mesa, son ignoradas, igual a lo que ocurrió en Madrid. Si no tienen trabajo, se rebuscan en la autopista, en el mercado de las pulgas, de ayudantes de lo que sea, de revendedores, de malabaristas en los semáforos. ¡No se vengan para acá! ¡Abran un huequito donde meternos! Preferimos compartir vuestras calamidades y miserias a estar abandonados y permanecer ignorados, salvo cuando hay que votar. ¿Será que el voto de ustedes se cuenta por dos o tres?".
Amigos, esa es la situación. Entonces, me pregunto ¿Soy ciudadano privilegiado por vivir en Caracas? ¿Será verdad que mi voto vale dos o tres veces más? ¿Por qué mi familia, mis amigos provincianos y los "navegaos" no tienen los mismos derechos que yo? El privilegio de la seguridad personal y el costo de la vida pasó a ser una entelequia en el interior. ¡Pura fantasía! ¡No es justo que mis compatriotas sean ciudadanos de segunda o tercera clase! Vivir acosados, constreñidos, ajustados, acechados, vigilantes, es tolerable a tener que vivir en las mismas condiciones más el agravante del abandono, la desidia, la injusticia, el olvido, a los que son sometidos los otros venezolanos que tienen los mismos derechos que yo. ¡No es justo!
PD: Lamento que muchos de ustedes no puedan leer esta nota porque no tienen LUZ.
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