miércoles, 25 de febrero de 2015
viernes, 20 de febrero de 2015
viernes, 13 de febrero de 2015
Juventud Sexagenaria
Carlos Delgado
Pensé que esa celebración había pasado de moda para mí,
que estaba olvidada en el rincón de los arcanos, oculta tras sombrías
predicciones y artilugios sin uso, abandonada ante falta de esperanzas y
acompañada por un corazón averiado, un espinazo encorvado y unas
rodillas amelladas, pero nuevos aires circundan y circulan alrededor
revitalizando músculos cansados y renovando energías disipadas aunque
las alegrías tengan otro sentido o significado; no es fácil olvidar y
dejar pasar pesares. Ellos son como el rocío que fertiliza nuevas
flores, como las lágrimas que tallan nuevas rocas.
No
es fácil ubicarse ante esta perspectiva y declarar semejante tremendura
al observar cómo son arrasadas campiñas que podrían ser fecundas,
campos cuajados de jóvenes diezmados por guerras, enfermedades, odios
ancestrales, diferencias raciales y religiosas y gobiernos hostiles a
pensamientos renovadores y al germen libertario incrustrado en la mágica
helicoide de Wilkins, Watson y Crick, e inseminado en todo ser
evolutivo que puja por florecer, compartir nuevos ideales y convivir en
concordia, sin olvidar ese sentimiento inteligente del cual está dotado:
evolución.
Para ser joven hay que ser
tenaz, verdadero, original, creativo, inconforme, contestatario,
incansable; algunas de esas características merman con el tiempo pero
son sutilmente substituidas por otras, como el agua que se cuela entre
la roca o a través de la tinaja de arcilla preciosa: paciencia,
sabiduría, comprensión y algo que sólo se acumula con el pasaje del
tiempo, amistades. Estas virtudes no se logran sólo con el pasar del
tiempo, ni tampoco se acumulan por sí solas. Sólo afloran cuando se
mantiene un proceso de aprendizaje continuo y compartido aunque la
tecnología nos rebase y nos haga lucir minusválidos ante otros sujetos
más hábiles o capaces que uno; alguna hendija quedará abierta por donde
podamos colarnos y asir esos nuevos artilugios que permitan conectarnos
casi en tiempo real, como lo estoy haciendo en este instante. Durante
ese transitar, he conversado con todo el mundo, especialmente con niños y
viandantes quienes han dejado un cúmulo de impresiones y conocimientos,
difícilmente cuantificables.
Especial mención
merecen esos pequeños accidentes que se convierten en gigantes y dejan
marcas imborrables. Desde hace poco más de tres años entré a un templo
donde comparto con un grupo de personajes conocedores de los factores
que moldean y condicionan al mundo. Estos nuevos amigos interactúan,
poniendo de lado intereses personales, descifrando la importancia que la
energía tiene en nuestra sociedad, su impacto sobre la Tierra y la
significación de su uso racional para el bienestar de todos nuestros
conciudadanos, los de ahora y los que vendrán. Este grupo se llama
COENER y puedo asegurar que se ha convertido en una fuente inagotable de
conocimientos en medio de una camaradería extraña entre personas que
poco compartían y que provienen de disímiles gremios profesionales, con
el acento de su edad, casi todos entre sexagenarios y nonagenarios, con
una vitalidad envidiable. Casi al unísono, surgieron, como hadas y
gnomos en carnaval en medio del bosque, mis compañeros de bachillerato,
con quienes no compartía desde hace 50 años y que hoy conformamos una
romería calificada por todos como "lo mejor que nos ha pasado" en largo
tiempo, y puedo asegurarles que todos estamos "igualitos". Ahora,
tenemos tertulias frecuentes y estaremos en Cumaná a mediados de año
para celebrar nuestro Jubileo.También aparecieron, virtualmente, mis
inolvidables compañeros de universidad a quienes no he visto desde
diciembre 1.970, pero que han venido a llenar un vacío existencial de
trascendental y particular importancia, en mi caso. El anecdotario de
ecuaciones, experimentos, veladas filosóficas y políticas, serenatas y
rumbas resucitó, dejando en mí un sabor grato que suelo evocar y revivir
cuando pulso mi inseparable compañera, mi guitarra. No menos puedo
decir de mis incontables amigos surgidos de lo cotidiano y de lo
excepcional, los de viejas tertulias y los que ahora amenizan estos años
plateados como si siempre hubiesen estado allí. Gracias a todos ellos.
No
puedo concluir esta celebración del Día de la Juventud sin arengar,
apoyar y solidarizarme con todos los jóvenes venezolanos que han
truncado su destino en lucha fraticida y los que valientemente marchan
por nuestras calles reclamando justicia, paz y libertad. En todo este
concierto de emocionantes pasajes y hechos tiene un lugar especial mi
nieta, Zoe Marie, que actúa como Partícula de Dios para mantenerme
alentado, entusiasmado y convencido de que tendremos un final feliz.
Abrazos,
martes, 10 de febrero de 2015
lunes, 9 de febrero de 2015
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