Alexander Guerrero
Quizás
lo que estemos viviendo, sea el final de la historia del
Estado/gobierno como dueño del petróleo, su renta, y de los mecanismos
de distribución de esa renta. De la renta del petróleo, mientras sea una
industria rentable, en su sentido especifico económico y financiero, el
gobierno siempre tendrá los mecanismos de la redistribución, en las
mismas condiciones como la tiene de la renta que sus ciudadanos generan
en sus actividades privadas, la cual fluye a través de los mecanismos
tributarios y redistributivos que dé él se des-componen.
La
caída de la renta del petróleo como renta fiscal – del Estado/Gobierno-
por poseer este uso, usufructo, disponibilidad -de la renta- como
ingreso fiscal y como activo económico, es el core de un proceso
económico que llevo a la industria petrolera al fin como tal, desde 1938
hasta hoy, aunque no queramos verlo, hay un hilo conductor desde una
actividad que fue privada, concesionada, hasta que llego a la
nacionalización y/o estatización (sin que desambigüemos ese concepto por
ahora) en dos procesos, 1975 y 1999.
La
conversión del petróleo y su industria en un esquema exclusivamente
rentista –del rentismo absoluto, el poder del Estado/Gobierno va desde
el subsuelo al tesoro- tanto en las constituciones como en sus leyes
propias, y donde bajo decisión fiscal se encuentran todos los
componentes del negocio, desde la exploración hasta la comercialización,
ha reducido la rentabilidad del negocio, hasta los extremos que hoy
tocamos. En otras palabras, áreas específicas del negocio, explorar,
producir, comercializar, R&D, etc. están como cuentas atadas a
decisiones fiscales, políticas, y no económicas.
Así,
llegamos a una situación económica y financiera, donde de cada dólar
que la industria genera (sumando y restando sus economías internas y
externas), 1.35 dólares de ese dólar (incluido endeudamiento interno y
externo) es el precio del negocio en manos del Estado/Gobierno; es
decir, el flujo de caja de esa industria en manos del gobierno (vía
PDVSA y asociados) solo es positivo si es financieramente recompuesto
con endeudamiento externo, tal cual como lo hemos visto desde 2004.
Solo
basta ver los flujos de endeudamiento que se requirieron desde el 2004 a
la fecha, para hacer negro el flujo de caja de la industria petrolera;
no olvidemos que el masivo endeudamiento (financiero y no financiero) de
PDVSA de estos años, en sus prospectos de emisión se escribía que esos
flujos de deuda eran requeridos para gasto social. Estos flujos deben
ser sustituidos por inversión (nacional o extranjera), pero esta no
fluirá, mientras la industria y el recurso no genere derechos de
propiedad privada, cualquiera que sea su modalidad, pero bajo un rígido
marco jurídico que proteja esos derechos. La historia de expropiaciones
del 2005 en la industria petrolera ha sido un veneno en las venas de esa
historia. Desde luego, ese fenómeno no es de fácil disección, porque
sobre la cultura priva, diversas ideologías del socialismo, desde el
soft hasta el hard.
Ese
es para mí el fin de esta historia. Convirtamos esa industria en un
negocio privado, y tendremos su respuesta, si es viable económicamente
hablando, habrá petróleo. Esa conversión requiere de un cambio político,
institucional y cultural por de las generaciones jóvenes, y los más
rápido posible. La cultura que el petróleo debe estar en manos del
Estado, y que se ha sembrado desde la revolución de octubre de 1945, ha
fundido el cerebro de tres generaciones de venezolanos que pensaron que
el petróleo en manos del Estado/Gobierno resolvía los problemas básicos
del venezolano. Tremendo chasco de 70 años!!
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