Gustavo Coronel
En 1981 mi amigo y mentor, Alberto
Quirós Corradi, escribió un artículo llamado : “Una excusa para la nostalgia”,
en el cual decía lo siguiente:
“...no deja de ser paradójico que los
que critican la formación foránea del administrador [petrolero], son en su
mayoría formados bajo ideologías extrañas. Nadie osa criticar las influencias
‘parisienses’ en nuestros pintores y escultores. Ni a nuestros escritores se
les ocurriría negar las influencias externas sobre su obra. Somos
orgullosamente cosmopolitas en los aspectos micro culturales. Pero a un recurso
como el petróleo, que pertenece al mundo de la energía, el cual en su sentido
cultural más amplio, es básicamente internacional, le negamos el derecho de ser
universal y venezolano al mismo tiempo”.
En
este párrafo Alberto desnudaba dos terribles paradojas del quehacer
petrolero
venezolano. Uno, que quienes han criticado con más virulencia a la
gerencia
profesional venezolana, la cual llevó a nuestra industria petrolera a
los más
altos niveles mundiales de competencia y eficiencia, han sido los
extremistas de
izquierda, (de) formados en las ideologías extranjerizantes de la
perversa trilogía
marxista-estalinista-castrista. Desde Salvador De La Plaza, Francisco
Mieres y Gastón Parra hasta Carlos Mendoza Potellá, una línea que ya
indica un
significativo deterioro cualitativo, estos grupúsculos generalmente
encuevados
en las universidades, han sostenido que los gerentes venezolanos quienes
esencialmente
manejaron la industria petrolera desde los años 70 en adelante no eran
de fiar
porque habían sido entrenados internacionalmente, porque hablaban
Inglés,
porque sus lealtades estaban al lado de las empresas multinacionales y
no del
país.
Esta insultante tesis no resistía ni
resiste el análisis más básico de la realidad petrolera venezolana. Durante
estos años en los cuales la gerencia petrolera profesional venezolana estuvo a
cargo de la industria, desde la década de los 70 hasta la década de los 90, la
industria petrolera venezolana tuvo un comportamiento estelar. Durante el
debate que precedió la nacionalización (estatización) de la industria petrolera
y durante los años de actividades de la PDVSA pre-chavista, desde 1976 hasta
1998, la industria petrolera venezolana fue llevada por los gerentes venezolanos
al nivel de las grandes empresas petroleras internacionales. Baste decir que,
desde que llegaron los chavistas-castristas al poder, no se ha construido
ninguna nueva refinería, no se han hecho hallazgos exploratorios de significación,
la producción ha caído estrepitosamente y la comercialización de nuestro
petróleo se ha convertido en una rebatiña indigna que va gratis a las manos de
los cubanos y otros amigotes del régimen o se ha convertido en rehén de China
para pagar deudas contraídas en tiempo de elecciones (como lo admitió Jorge Giordani,
uno de los principales culpables del desastre). Esta paradoja que denunció Alberto hace casi
40 años es doblemente criminal puesto que agrede a los gerentes venezolanos que
hicieron bien su trabajo, agresión que ha llevado a su despido ignominioso por
parte del sátrapa fallecido, para ser reemplazados por una inmensa masa de
reposeros, unos 150.000 empleados, cuya sola credencial es ser seguidores del
régimen. Los extremistas de la izquierda venezolana han asesinado moralmente a
los gerentes petroleros profesionales que hicieron su trabajo y los han
reemplazado con una legión de ineptos y ladrones que han destruido lo que una
vez fuera una industria floreciente. Sin vergüenza alguna han definido la
meritocracia como una mala palabra, reemplazándola por la corrupción como
bandera.
La segunda trágica paradoja denunciada
por Alberto en 1981 se refiere a la doble prohibición que el extremismo
izquierdista y totalitario le ha impuesto a la industria petrolera venezolana,
al negarle la posibilidad de ser (a), internacional y, (b) de ser venezolana. Especialmente
desde que llegó al poder el chavismo, con sus presidentes de PDVSA como Cialvaldini,
Parra, Rodríguez y Ramírez, la industria petrolera ha sido convertida en una
cueva incestuosa en la cual la apertura al mundo ha sido reemplazada por una
PDVSA orientada hacia el usufructo de una pandilla regional, desde Cuba hasta
Nicaragua y alineada con empresas de
países ideológicamente afines que no tienen capacidad financiera, gerencial o
tecnológica alguna, como son las de Vietnam, Bielorrusia, Cuba, Rusia y hasta Uruguay.
El ex-presidente de PDVSA Ramírez llegó a decir que PDVSA no tenía por qué ser
rentable.
Al mismo tiempo que a PDVSA se le han
cerrado las puertas al negocio petrolero realmente internacional, a los venezolanos se le han cerrado las
puertas de participación en la industria. Un venezolano siempre lo decía
Alberto, puede poseer acciones de Shell, Exxon, Petrobras o Ecopetrol pero no puede poseer acciones de
PDVSA! Un contratista petrolero honesto
no encuentra contratos en la PDVSA actual, a menos que sea un boli chico, de
apellido Ruperti o familiar de funcionarios del régimen. PDVSA es una caja
negra, muy negra, del régimen, dirigida a garantizar el dinero que requiere el
régimen para sobrevivir políticamente, dejando un “ñereñere” de algunos
millones para que los miembros de la pandilla oficial se aseguren su vejez, con
sus “ahorros” en Andorra, Panamá o Suiza.
Alberto Quirós fue un gerente de grandes atisbos y de amplia visión. Sabía lo que se nos venía encima y luchó hasta su muerte en contra de la marabunta que ha asesinado nuestra industria petrolera. Es parte de nuestra tarea conservar viva su memoria.
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