lunes, 8 de junio de 2015

Variaciones sobre un tema petrolero de Alberto Quirós Corradi


Gustavo Coronel

En 1981 mi amigo y mentor, Alberto Quirós Corradi, escribió un artículo llamado : “Una excusa para la nostalgia”, en el cual decía lo siguiente:
 
“...no deja de ser paradójico que los que critican la formación foránea del administrador [petrolero], son en su mayoría formados bajo ideologías extrañas. Nadie osa criticar las influencias ‘parisienses’ en nuestros pintores y escultores. Ni a nuestros escritores se les ocurriría negar las influencias externas sobre su obra. Somos orgullosamente cosmopolitas en los aspectos micro culturales. Pero a un recurso como el petróleo, que pertenece al mundo de la energía, el cual en su sentido cultural más amplio, es básicamente internacional, le negamos el derecho de ser universal y venezolano al mismo tiempo”. 
 
En este párrafo Alberto desnudaba  dos terribles paradojas del quehacer petrolero venezolano. Uno, que quienes han criticado con más virulencia a la gerencia profesional venezolana, la cual llevó a nuestra industria petrolera a los más altos niveles mundiales de competencia y eficiencia, han sido los extremistas de izquierda, (de) formados en las ideologías extranjerizantes de la perversa trilogía marxista-estalinista-castrista. Desde Salvador De La Plaza, Francisco Mieres y Gastón Parra hasta Carlos Mendoza Potellá, una línea que ya indica un significativo deterioro cualitativo, estos grupúsculos generalmente encuevados en las universidades, han sostenido que los gerentes venezolanos quienes esencialmente manejaron la industria petrolera desde los años 70 en adelante no eran de fiar porque habían sido entrenados internacionalmente, porque hablaban Inglés, porque sus lealtades estaban al lado de las empresas multinacionales y no del país.
 
Esta insultante tesis no resistía ni resiste el análisis más básico de la realidad petrolera venezolana. Durante estos años en los cuales la gerencia petrolera profesional venezolana estuvo a cargo de la industria, desde la década de los 70 hasta la década de los 90, la industria petrolera venezolana tuvo un comportamiento estelar. Durante el debate que precedió la nacionalización (estatización) de la industria petrolera y durante los años de actividades de la PDVSA pre-chavista, desde 1976 hasta 1998, la industria petrolera venezolana fue llevada por los gerentes venezolanos al nivel de las grandes empresas petroleras internacionales. Baste decir que, desde que llegaron los chavistas-castristas al poder, no se ha construido ninguna nueva refinería, no se han hecho hallazgos exploratorios de significación, la producción ha caído estrepitosamente y la comercialización de nuestro petróleo se ha convertido en una rebatiña indigna que va gratis a las manos de los cubanos y otros amigotes del régimen o se ha convertido en rehén de China para pagar deudas contraídas en tiempo de elecciones (como lo admitió Jorge Giordani, uno de los principales culpables del desastre).  Esta paradoja que denunció Alberto hace casi 40 años es doblemente criminal puesto que agrede a los gerentes venezolanos que hicieron bien su trabajo, agresión que ha llevado a su despido ignominioso por parte del sátrapa fallecido, para ser reemplazados por una inmensa masa de reposeros, unos 150.000 empleados, cuya sola credencial es ser seguidores del régimen. Los extremistas de la izquierda venezolana han asesinado moralmente a los gerentes petroleros profesionales que hicieron su trabajo y los han reemplazado con una legión de ineptos y ladrones que han destruido lo que una vez fuera una industria floreciente. Sin vergüenza alguna han definido la meritocracia como una mala palabra, reemplazándola por la corrupción como bandera. 
 
La segunda trágica paradoja denunciada por Alberto en 1981 se refiere a la doble prohibición que el extremismo izquierdista y totalitario le ha impuesto a la industria petrolera venezolana, al negarle la posibilidad de ser (a), internacional y, (b) de ser venezolana. Especialmente desde que llegó al poder el chavismo, con sus presidentes de PDVSA como Cialvaldini, Parra, Rodríguez y Ramírez, la industria petrolera ha sido convertida en una cueva incestuosa en la cual la apertura al mundo ha sido reemplazada por una PDVSA orientada hacia el usufructo de una pandilla regional, desde Cuba hasta Nicaragua y  alineada con empresas de países ideológicamente afines que no tienen capacidad financiera, gerencial o tecnológica alguna, como son las de Vietnam, Bielorrusia, Cuba, Rusia y hasta Uruguay. El ex-presidente de PDVSA Ramírez llegó a decir que PDVSA no tenía por qué ser rentable. 
 
Al mismo tiempo que a PDVSA se le han cerrado las puertas al negocio petrolero realmente internacional,  a los venezolanos se le han cerrado las puertas de participación en la industria. Un venezolano siempre lo decía Alberto, puede poseer acciones de Shell, Exxon, Petrobras o  Ecopetrol pero no puede poseer acciones de PDVSA!  Un contratista petrolero honesto no encuentra contratos en la PDVSA actual, a menos que sea un boli chico, de apellido Ruperti o familiar de funcionarios del régimen. PDVSA es una caja negra, muy negra, del régimen, dirigida a garantizar el dinero que requiere el régimen para sobrevivir políticamente, dejando un “ñereñere” de algunos millones para que los miembros de la pandilla oficial se aseguren su vejez, con sus “ahorros” en Andorra, Panamá o Suiza.

Alberto Quirós fue un gerente de grandes atisbos y de amplia visión. Sabía lo que se nos venía encima y luchó hasta su muerte en contra de la marabunta que ha asesinado nuestra industria petrolera. Es parte de nuestra tarea conservar viva su memoria.  

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