Alberto Quiros Corradi
Hay que denunciar la composición del REP y exigir una auditoria exhaustiva. Algunos analistas políticos han cuestionado que existan más de 18 millones de venezolanos legítimamente incluidos en el REP. La composición y el total de nuestra población sugiere que los inscritos no deberían ser más de entre 13 a 15 millones. Se sospecha de una “población virtual” entre 3 y 5 millones de electores, una cifra que decide cualquier elección. Cierto o no, lo inocultable es que los ciudadanos en la oposición no tienen acceso al REP y que no pueda auditarse su composición. Lo ideal sería volver a tener la figura del fiscal de cedulación seleccionado por la oposición.
No debemos seguir silenciosos ante el peculado de uso de los recursos públicos para hacer campaña electoral por parte del oficialismo. Autobuses, partidas presupuestarias desviadas y el pecado mayor: un presupuesto paralelo sin control, resultante de una subestimación del ingreso petrolero real que no sólo pone en manos del ejecutivo una fortuna para su uso sino que le niega a las regiones lo que constitucionalmente les corresponde.
Las maquinas captahuellas no tienen otro propósito que amenazar al elector con la posibilidad de que su voto no sea secreto. El oficialismo ha tenido éxito en su objetivo. Más del 60% de los electores cree que el gobierno puede conocer por quien voto cada quien.
El resultado de la elección presidencial reciente resolvió el falso dilema de tener que escoger entre aceptar mansamente los desmanes del oficialismo avalados por el CNE bajo el argumento de que cuestionar al proceso provocará la abstención o denunciar fuertemente los abusos para darle seguridad al elector de que la oposición ha hecho todo lo posible para nivelar el ventajismo oficial.
Ha llegado el momento de reclamar con todos los hierros nuestros derechos. Llamar a las cosas por su nombre y no continuar alegando que lo que no se dice o la batalla que no se da es la mejor estrategia. La campaña de Capriles arrastró multitudes cuando cuestionó fuertemente las políticas públicas. Por eso, es de lamentar que en su discurso de aceptación de la derrota no haya incluido las críticas que el proceso merecía. En esta nueva campaña para elegir gobernadores y alcaldes no hay que callarnos. No hay que dar cuartel. No hay que pensar que apoyar a las políticas del chavismo nos va a comprar votos de los indecisos. Estos lo son, precisamente, por no estar claros sobre las diferencias entre el chavismo y algunas de nuestras ofertas. Debemos expresar nuestra posición, sin ambigüedades, ante los fracasos múltiples del gobierno. Sin banales justificaciones impresentables, por el temor de perder votos. No tengo duda alguna de que somos mayoría. No le demos a nadie la excusa para esconder lo que verdaderamente siente.
LA REPETIDA
Esta lucha es de largo aliento y sin reposo. En las elecciones presidenciales, en palabras del sabio Pompeyo Márquez, iremos de derrota en derrota hasta la victoria final. Que no quede duda alguna. Así será en la próxima elección presidencial. Tenemos unidad de propósito. Tenemos un candidato de lujo que ha sabido ganar con elegancia y ahora supo perder con dignidad. Pero no se perdió el esfuerzo. Las visitas casa a casa y pueblo a pueblo dejaron huellas imborrables. Ya el oficialismo no tiene el monopolio de los excluidos. Capriles supo llegarle al alma de los pobres sin alienar ni descuidar a la clase media. Allí está el secreto del éxito. La oposición no es un sector aislado, está en todo el país y el año que viene (2013), cuando colapse la economía nacional, los hasta hoy encandilados por las luces falsas de las ofertas chavistas despertarán a la realidad y mirarán con nostalgia a la oportunidad perdida.
Todo gobierno tiene su ritmo y su tiempo final. El del régimen actual está anunciado y aunque algunos hubiésemos querido un resultado distinto quizás al chavismo le faltaba tiempo, como a los frutos maduros, para caerse de la mata. Vemos con gran optimismo el futuro de la oposición y con gran preocupación el futuro inmediato del país. El año que viene coincidirán un cumulo de negatividades económicas y financieras. Habrá un déficit importante de caja que reducirá la habilidad del gobierno para continuar con sus programas de dadivas improductivas. Habrá desabastecimiento de comestibles y medicinas y la inseguridad tendrá un repunte agudo. Habrá protestas a granel y presiones gremiales para recibir ajustes salariales y firmas de contratos colectivos. Más pronto que tarde se presentará un estado de ingobernabilidad que Chávez será incapaz de superar.
Las presiones externas y su estado de salud conspirarán para que el Presidente llegue cansado y sin fuerza a una próxima elección. Visto objetivamente al chavismo le queda un máximo de seis años y probablemente menos. Lo que la oposición debe hacer ahora es no desesperarse. No frustrarse. No empezar a buscar culpables donde no los hay. No disminuirle la aureola de líder a Capriles y mantener la presencia en la calle. Hay que ganar las gobernaciones más importantes del país primero y luego las alcaldías. Eso lo tenemos al alcance de la mano mediante un pequeño esfuerzo que conserve la unidad. Por el apoyo de los candidatos ya seleccionados en las primarias para estas posiciones. Por el método de la selección y la campaña que ya hicieron muchos de ellos apoyando a Capriles, tenemos una ventaja grande sobre los candidatos del oficialismo, cansados y fracasados la mayoría de ellos. No hay que mirar atrás. Pensemos en los más de seis millones de apoyos que acabamos de obtener. Montados en esos números y con los liderazgos regionales que tenemos vamos a barrer en los grandes estados del país. Todo lo cual nos pondrá en una posición ideal para librar una fuerte oposición hasta el día de la gran victoria que está a la vuelta de la esquina. Hay que convencernos de que el 07 de octubre no fue una derrota más. Fue la última derrota y hay que trabajar desde hoy para que así sea.
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