Rafael Gallegos
El régimen se jacta que en Venezuela hay “exceso de democracia”
porque se realizan elecciones
periódicamente. Confunde número de elecciones con democracia. Algo así como
confundir gordura con salud. Pero la
realidad la sabemos todos. Lo que hay es un gran déficit…
No se puede hablar de exceso de democracia cuando en lugar de respeto al
adversario, hay burla al enemigo. Cuando el Presidente parece tener como norma
no hablar a los gobernadores de oposición, ni a los alcaldes ídem. No tomar en
cuenta a los representantes empresariales que no son adláteres, ni a los
sindicales. ¿Desde cuando los opositores no visitan Miraflores?
Tampoco hay exceso de democracia cuando en la Asamblea, la mayoría del
gobierno se niega a compartir, como en todas las democracias del mundo, la Directiva con la oposición.
No se puede decir que hay exceso de democracia cuando no se invita a los
canales televisivos ni a las emisoras radiales públicas, a los líderes que no
comulgan con las ideas de a “revolución”. Ni cuando se cerró, pura casualidad,
al medio privado de mayor sintonía, RCTV. O cuando el eufemismo de
“democratizar los medios”, se clausuraron
34 emisoras radiales.
El exceso de democracia no puede ser cuando el presidente ordena cárcel por
televisión. Ni los perseguidos por las fascistas listas tascón y maisanta, condenados
al incilio (exilio pero dentro de la patria), al desempleo y a la nula
contratación por parte del Estado. Y menos los exiliados.
No puede ser exceso de democracia cuando se les exige a los trabajadores
públicos la camisa roja y la obligatoriedad a asistir a eventos proselitistas.
Ni cuando en PDVSA en lugar de exigir calidad técnica que evite derrames, explosiones
en refinerías y baja sostenida de la producción,
se les participa que si no votan por el gobierno se van. Digno de Ripley.
Ni puede ser exceso de democracia la licuefacción (jugo, zumo, hugo) de
los poderes públicos, en un hombre.
Y mucho menos puede ser exceso de democracia el abuso de expropiar –
confiscar porque no pagan– propiedades
por motivos lejanos a la utilidad pública, transformando haciendas y
centros industriales en eriales. Ruinas sin haber pasado por la gloria.
Ni pueden ser elecciones “democráticas” el ventajismo de toda la
hegemonía comunicacional del Estado, las cincuenta y dos horas de cadenas
durante la campaña presidencial reciente, los improperios y descalificaciones al
candidato opositor, en emisoras pagadas por todos los venezolanos independientemente
del credo político. O sea… ¿Los opositores pagamos para que nos insulten?
Y menos un árbitro que se haga el loco ante el abuso de vehículos del
gobierno utilizados para fines electorales.
Y tampoco puede ser exceso de democracia un CNE integrado por cuatro de
los cinco rectores, simpatizantes y hasta militantes del régimen. Es decir, la
oposición, además de víctima del ventajismo, tiene que aguantar que el árbitro
meta un gol de vez en cuando.
Vale la pena preguntarse cuántos
votos representa el ventajismo. O cuántos votos menos hubieran sacado la
“revolución” en igualdad de condiciones. ¿Hubieran ganado?... he ahí el dilema.
¿Que opinaría el gobierno si tuviera que ir a una elecciones en estas
condiciones? ¿Las aceptaría o armaría un escándalo? Es decir, todos somos
iguales; pero el gobierno es más igual que la oposición.
Y finalmente no hay exceso de democracia cuando un individuo puede
permanecer en el poder por tiempo indefinido. Al decir de nuestro sabio y abusado
Libertador, allí está el origen de la tiranía.
La democracia debe tener un baremo para medir su existencia. No bastan
buenas intenciones como la casi inaplicable Carta Democrática de la OEA.
Hay que medir. Respeto a los representantes de la oposición, respeto al
ciudadano, igualdad de condiciones, independencia de poderes, elecciones sin
ventajismo.
¿QUIÉN DIJO MIEDO?
Con este abrumador ventajismo, Goliat derrotó a David. ¿Y cuál es el
problema? Si no ganamos hoy, lo haremos mañana. La razón nos hará libres. Los
tiempos en política no tienen nada que ver con el reloj.
Mandela pasó de la cárcel a ser
el hombre clave de Suráfrica.
Cuando Kennedy derrotó a Nixon, éste se fue a California, se lanzó a
Gobernador y perdió. Absolutamente derrotado. ¿Quién diría que pocos años
después sería Presidente de USA?
Rómulo Betancourt sufría un exilio que parecía infinito, luego del
triunfo de Pérez Jiménez en el plebiscito de 1.957. Un año después era electo
Presidente de Venezuela. Entonces, ¿quién dijo miedo?
Betancourt, el valiente demócrata que dijo: adelante, por arriba de las
tumbas, adelante. Sigamos su consejo. Tenemos unidad, tenemos líderes y tenemos
razón. Es imperativo rescatar la democracia.
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