Nuevamente la salud, o más bien la enfermedad, del Iluminado de Sabaneta vuelve a ocupar la atención de los venezolanos y de la prensa internacional. Es más, parece ocupar más la atención de los medios extranjeros que de los medios locales. La presión gubernamental, la autocensura y el temor parecen progresar “a paso de vencedores”.
El anuncio de que el Iluminado de Sabaneta sería metido en una “cámara” alegró a muchos que con la euforia creyeron que se trataba de una “cámara de gas” en vez de una “cámara hiperbárica”. Hay millones de venezolanos para quienes la enfermedad presidencial es como un “rayito claro de luna” que ilumina sus senderos en la noche sin fortuna que vive la nación. Cifran sus esperanzas de salvar a la nación de la destrucción, el saqueo y el caos en la que se ha dado en llamar la “solución biológica”, que solamente depende de la Providencia y del azar. Posición que se ve hoy fortalecida por la endeble reacción la dirigencia política democrática, que después de lograr consolidar un movimiento unitario no ha sabido enfrentar de manera satisfactoria los abusos y los atropellos del régimen antes, durante y después proceso electoral. Y muchísimos creen que solamente la Providencia o la Pelona nos sacará del atolladero.
Como en todo régimen totalitario, el gobierno mantiene a la población en las tinieblas en temas fundamentales para el país, entre ellos la salud presidencial. En todos los países que disfrutan de algún nivel de libertad y de democracia, la enfermedad del jefe del Estado es de interés nacional y de conocimiento detallado por la población. Así vemos como hasta los aliados del régimen del Iluminado como las Presidentes de Brasil y Argentina, el expresidente paraguayo, el Presidente de Uruguay, el expresidente Lula y el nuevo” mejor amigo” del Iluminado, el Presidente Santos, quienes se han visto afectados por el cáncer y otras dolencias, han dado a conocer los informes médicos sobre el desarrollo de sus enfermedades y los tratamientos a que han sido o están sometidos.
En Venezuela, el Iluminado se niega a dar a conocer la realidad de su estado de salud. El estado de salud del Iluminado se oculta con el mismo celo con que hasta hace poco se ocultaba en nuestra sociedad el embarazo fuera del matrimonio de una joven doncella. Pero hasta ahora, al menos que la ciencia Robolucionaria o la brujería cubana hayan hecho avances extraordinarios, creo que ese no es el caso del Iluminado, entre otras razones porque ya llevamos en esta telenovela más de año y medio, tiempo suficiente para que el hijo bastardo ya hubiese visto la luz.
El diario oficial del régimen cubano y oficioso del gobierno venezolano, Gramma, nos ha advertido que el Iluminado de Sabaneta se encuentra en la Habana donde “se le garantiza su privacidad”, lo que en otras palabras quiere decir que los venezolanos nunca nos enteraremos de cual es el mal que aqueja al Ali Baba criollo, además de su evidente enfermedad mental.
En lo personal discrepo de quienes dicen que lo de su enfermedad es un montaje, que la enfermedad es puro cuento, otros aseguran que no es sino una excusa para estar cerca del cálido afecto de Fidel. Otros no creen que sea verdad tanta belleza. Yo no soy médico y por eso no sé que enfermedad tiene, si es culebrilla, mal de ojo, blenorragia, sífilis, mal de sanbito o acromegalia. Lo cierto, sin duda, es que tiene alguna dolencia porque nadie se deforma como imagen en espejo de circo, que es la imagen del Iluminado. Y lo cierto es que cada vez que vuela a su patria grande los venezolanos sentimos un alivio, un respiro, lo que es razón más que suficiente para desear que no se cure nunca jamás.
Pero, al contrario, me parece grave y preocupante que quienes tienen la responsabilidad de dirigir y alentar a los venezolanos democráticos rematen sus observaciones y comentarios sobre las implicaciones políticas enfermedad presidencial, expresando sus fervientes deseos de que el tipo tenga una “pronta recuperación”, de que su tratamiento sea “exitoso”, de que la paloma de la felicidad se pose sobre su hombro y no en el sitio correcto. Esas expreciones dan lugar a que los venezolanos confundidos se pregunten, o mejor dicho nos preguntemos, estos tipos ¿en qué onda están? ¿Es que quieren que el Iluminado se recupere en la fulana cámara hiperbárica y regrese con renovadas fuerzas a jodernos? Esas expresiones de solidaridad son desconcertantes. Lo que les falta es convocar a los venezolanos a orar por la salud del sátrapa. Y me parece vislumbrar en el horizonte que en caso de fallecimiento del Iluminado esos mismos dirigentes son capaces de llamarnos a llorar su muerte y a rezarle varios novenarios, tal como en acaba de ocurrir en Corea del Norte a la muerte de Kim Jong-il. No faltaría más.
Algunos se justifican diciendo que como “buenos cristianos” (¿?) hay que desear el bien. Que no se le puede desear mal a nadie. Mojigatería que, a mi juicio, sirve para ocultar el miedo, que es libre, y para presentarse como “verdaderos demócratas”, “equilibrados”, “ponderados”, “no radicales”. Pero yo creo que son víctimas del Síndrome de Estocolmo.
Esa actitud oportunista, hipócrita y desorientadora, no tiene nada de cristiana. Me parece poco cristiano desear que un dictadorzuelo totalitario, valga la redundancia, se recupere y goce de buena salud. Eso es contrario al bien común y hasta al sentido común. Desear que quien llevó a Brito a la muerte se sienta como un toro me no parece cristiano, parece inmoral. Desearle salud al torturador de la juez Afiuni no parece cristiano, es repugnante. Desearle salud a quien ha propiciado y alcahueteado al hampa que ha asesinado a más de 160.000 venezolanos, no parece cristiano, parece criminal. Desearle salud al jefe de la mafia que ha saqueado al tesoro público no es una actitud cristiana sino anti nacional. Desearle salud y recuperación al que ha explotado sin misericordia las necesidades de los más pobres es abominable y debe ofender a todo cristiano. Desearle salud a quien ha entregado el país al dictador más longevo del planeta como ofrenda de un amor casi homosexual, no me parece cristiano sino una aberración mayúscula. Para eso están los maduros, los jauas, los cabellos, los rangel, los alcalá condones, los isturiz, las lucenas, las hernandez, las ortegas, las luisa estellas, etc.
Es contrario a todo sentimiento cristiano, al menos como yo lo entiendo y practico, desearle salud a un sujeto que ha arruinado a un pueblo, es decir a veintiocho millones de venezolanos, de los cuales varios millones, por cierto, no disfrutan de salud ni se la desean estos “políticos” y opinadores zalameros y acomodaticios. Desearle salud al dictador es desearle salud y larga vida a la dictadura. Es desear represión, oscuridad y dolor para sus víctimas.
Yo estoy del lado de las víctimas y no del lado del dictador. Yo quisiera que sus últimas palabras las pronuncie en Cuba en este viaje sorpresivo. Que regrese enfundado en un flux de caoba pulida con forro de satén rojo rojito. Si la Providencia envía a la Pelona para que el dictador se aloje en la Quinta Paila del Infierno, sin pasaje de regreso, lo celebraré y en grande. Me preocupa que Satánas no lo acepte en sus predios por temor a que comiencen apagones que paralicen el indispensable fuego del infierno.
¡Señores quítense las caretas! O por lo menos no hablen necedades sin necesidad.
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