Venezuela enfrenta una paradoja energética insostenible: a pesar de contar con una infraestructura de refinación con capacidad para procesar más de un millón de barriles diarios, la producción real se mantiene entre el 10% y el 25% de su capacidad instalada. Aun así, el precio de la gasolina sigue siendo artificialmente bajo en comparación con el promedio regional, generando impactos negativos en la economía, el acceso energético y la sostenibilidad.
Un análisis comparativo entre 20 países latinoamericanos muestra que el precio del combustible guarda una compensación positiva con el PIB per cápita, lo que refuerza la idea de que los mercados energéticos racionales ajustan precios de acuerdo con su estructura económica. Sin embargo, Venezuela rompe esta lógica: con un PIB per cápita de 4.070 USD y un precio de la gasolina de 0,75 USD/litro, el país se mantiene como una anomalía que no responde a dinámicas económicas sostenibles.
Las consecuencias de esta distorsión son profundas: desde el racionamiento crónico del combustible y la erosión fiscal hasta el estímulo al contrabando y la concentración de beneficios en sectores con mayor capacidad de consumo. Además, la crisis del transporte público y la caída del mercado automotriz han impulsado una acelerada “motocicletización”, convirtiendo las motocicletas en la opción dominante para la movilidad urbana.
En este contexto, el precio de la gasolina no solo es un reflejo de políticas energéticas fallidas, sino también un indicador clave de las distorsiones estructurales que afectan la economía venezolana. Comprender esta relación es esencial para formular estrategias que permitan una transición hacia un mercado más sostenible, equitativo y eficiente.
La presentacion a continuacion trata de darle sentido a ese conjunto de variables a objeto de trazar un camino para un equilibrio entre el precio de la gasolina y la economia del pais.
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