lunes, 28 de enero de 2013

La inexorable Regla de Hierro

Juan Fernández

Nuestra Venezuela del 2013 vive los efectos de un gobierno que desde 1998 viene siendo desordenado en el manejo de lo público, ahora agravados estos efectos por un proceso de retro-alimentación. La crisis económica venía incubando una crisis política, la cual se ha acelerado por la enfermedad del Presidente, convirtiéndose a su vez en acelerador de una grave situación económica que nos sugiere aplicar una de las reglas de hierro de Rafael Poleo: “En Venezuela no hay buenos o malos gobiernos, sino buenos o malos precios del petróleo”, coadyuvada con otra frase suya: “A los gobiernos no los tumban, sino que se caen”.

Se presentan hoy en Venezuela varios síntomas distintivos del desorden previo al caos. De una gran importancia que lamentablemente no está al alcance de todos, es la deuda pública nacional, tema que en todos los países es de lo primero que se ve al evaluar una situación político-económica. Como ejemplo del desorden administrativo, en Venezuela ni el propio Gobierno puede precisar el monto de su deuda. Algunos economistas la estiman en 215 mil millones de dólares, 7 veces más que en 1998, cuando el chavismo llegó al poder.

Otro tema vital y poco entendido es la inflación, punto en el cual estamos entre los más afectados del mundo. La inflación es un impuesto que todos pagamos sin importar el nivel de ingresos, pues nuestro poder de compra día a día se deteriora, sin salario que alcance a compensar esa caída. La medida de  control de precios, aplicada por gobiernos serios en alguna emergencia inflacionaria pero sólo mientras va al fondo del problema, aquí se aplicó cual si fuera un antibiótico cuando apenas es un calmante de los síntomas, por cierto de uso peligroso. El efecto de su uso prolongado es la escasez de los bienes esenciales para el diario vivir. Todo se agrava por una política cambiaria equivocada que ha traído como consecuencia la importación masiva de bienes y servicios, incluida la comida, con lo cual se ha dado el tiro de gracia a la capacidad productiva interna, tanto pública como privada, ya herida de gravedad por las expropiaciones y confiscaciones ejecutadas según el humor del gobernante.

Si nos referimos  al caso de la mal llamada Gallina de los Huevos de Oro (PDVSA),  en 2012 aumentó su deuda financiera en 15%, llevándola a 40.026 millones de dólares -en 1998 era del orden de los 6.000 millones de dólares. Si a esta deuda le sumamos lo que PDVSA debe con atraso a contratistas, comercio, etc., llegamos fácilmente a los 100 mil millones de dólares. La catastrófica enajenación de PDVSA se gravó irresponsablemente el año 2012, cuando el gasto de Miraflores, sin control, fue orientado a la campaña electoral con cargo a PDVSA. Para cumplir obligaciones corrientes la petrolera asumió deudas que se estiman en 26.000 millones de dólares en pagarés del BCV, obligaciones que se cumplen para 2013, complicando el fúnebre panorama económico y social de este año que puede ser fatídico.

El endeudamiento de PDVSA no se ha traducido en aumento de la producción, ni en ejecución de proyectos. PDVSA no cumple con sus planes, ni tiene una estrategia cara a cambios en el mercado bien sea por aumento de la demanda mundial o por la caída de precios. Nos hemos convertido en importadores de productos refinados, ¡gasolina!, para abastecer al mercado interno. A cinco meses de la tragedia de Amuay, el Centro Refinador de Paraguaná sólo refina el 40% de su capacidad, esto enmarcado por la ausencia de una política racional del consumo de energía para el mercado interno.

Debemos agregar el efecto económico de la crisis política creada por la duda razonable en cuanto a la legalidad del Gobierno bajo la jefatura de Maduro. Sin discutir la duda misma, su sola existencia confunde y paraliza  las decisiones de quienes son “socios” en los proyectos de PDVSA, casos de la Reliance de la India y la salida de la empresa rusa Surgtneflegas del bloque 6 de Junín. Aún Rosfnet, con alta identificación  política con Chávez, da ahora prioridad a sus negocios en Rusia, lo cual implica restricciones financieras para invertir en Venezuela. Y los chinos, que parecían una fuente inagotable de financiamiento, es notorio que ante el caos venezolano buscan invertir en países legalmente más claros. Esto se evidencia con el reporte de mercado de la OPEP para enero 2013: Venezuela  cae  de 2.350 millones de barriles diarios en 2011 a 2.330 en 2012, y sigue cayendo. Estuvimos de segundos y hoy ya estamos de sextos, mientras el régimen se llena la boca diciendo que tenemos las reservas probadas más importantes del mundo.

El presupuesto de gastos del 2013 se coloca en 92.187 millones de dólares, de los cuales 55.000 millones serían importaciones. Pues no hay generación de divisas para satisfacer esa necesidad. De hecho, tanto CADIVI como el SITME  no funcionan y en consecuencia la economía está atascada y en desorden, al punto de que es razonable pensar que no hay capacidad para la toma de decisiones por parte del Ejecutivo, lo cual se añade a la duda –que no nos toca discutir- sobre su legalidad.

Este desorden, manejado por una gerencia pública no sólo incapaz sino trabada por absurdos criterios políticos, hace inevitable la protesta social y lleva a temer la caída del castillo de naipes construido por el régimen actual venezolano. Consuélenos  este pensamiento de Thomas Carlyle: “De nada sirve al hombre lamentarse de los tiempos que vive. Lo único que puede hacer es intentar mejorarlos”.

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