lunes, 24 de diciembre de 2012

Indefensos frente a la crisis

Juan Fernández

La crisis del 2013, sobre la cual sólo se puede discutir qué tamaño tendrá, nos encuentra indefensos por la postración de PDVSA, único recurso al cual podríamos echar mano para impedir que la estrechez que viene se convierta en verdadera penuria para las mayorías que viven de la limosna pública.
  
Para 2013 tendremos un escenario complejo en lo político y económico, de graves e inevitables  consecuencias sociales. La palabra a aplicar es incertidumbre, pues nadie puede medir el nivel de riesgo de lo que va a pasar. 

Parte de la gran incertidumbre es si los gobernadores electos tendrán ellos o tendrán con ellos la capacidad de gerencia pública necesaria para manejar la crisis del 2013, cuyas proporciones se anuncian considerables. 

Los análisis de causas, que se hacen en foros mundiales donde por fin hay alguna preocupación por Venezuela, revisan desde la cúpula del liderazgo nacional, pasando por la estructura de los  poderes públicos hasta llegar a una economía –la actual- más dependiente que nunca del ingreso petrolero. En cualquier caso, el componente común es la duda sobre la capacidad de la gerencia pública venezolana para detener un proceso de rápido deterioro y revertirlo en el sentido de  eliminar la creciente pobreza, apenas disimulada por dádivas oficiales que hacen ganar elecciones pero ahondan el problema en cada vuelta del almanaque. En esa pobreza que el régimen no es capaz de reducir está el fermento con el cual ha ganado elecciones, pero también de allí suelen salir los monstruos que devoran gobiernos y hasta naciones. 

PDVSA, base de nuestra economía por no decir de nuestra vida,  es el tema que mejor ilustra la incapacidad gerencial del régimen. De hecho, ingresos petroleros suficientes para crear una atmósfera general de bienestar no alcanzan para financiar un gasto público que crece de manera exponencial, sin que se vean obras de infraestructura ni inversiones para mejorar la producción –manera más eficaz de bajar el costo de la vida- ni el empleo –única manera de garantizar una vida digna a las clases más humildes. Con tantísimo dinero, Chávez lo que ha  construido es un estado clientelar donde los ciudadanos se acostumbraron a una dependencia vecina a la mendicidad, situación que en plazo breve ya no podrá sostenerse, abriendo paso a la consecuente rebelión social.

Es obvio y no necesita explicación que en un país con tanta pobreza se apliquen políticas sociales de bienestar, pero paralelamente a la atención de esta emergencia –que el propio gobierno ha creado-, hay que fomentar una economía eficaz que resuelva realmente el problema de la pobreza mediante un  desarrollo equilibrado con sentido social. De otra manera, cuando venga el usual anti-ciclo de bajos ingresos, el Estado ya no podrá dar limosnas y se lamentará haber dilapidado una fortuna sin propiciar la creación de fuentes estables de producción y empleo.
La enfermedad del paciente Chávez ha movido comentarios sobre Venezuela, en acreditadas instituciones, personalidades y medios especializados. Todas coinciden en confirmar lo que es sospecha en cualquier ciudadano medianamente informado: que el petróleo es el factor clave en el Caso Venezuela.

 Otra coincidencia es que la situación se vuelve comprometida por el avanzado  deterioro del petróleo venezolano, con la vergonzosa acotación de que la amenaza alzada por Chávez de cortar el suministro petrolero al Imperio revela ignorancia y/o irresponsabilidad del amenazante. Financial Times registra que Venezuela está importando 195 mil barriles diarios de gasolinas para abastecer las necesidades internas nacionales, con cifras del mes de setiembre. Mientras tanto, el Gobierno insiste en que las refinerías productoras de combustible operan con normalidad -por cierto, a tres meses del accidente de Amuay todavía no se ha divulgado un informe sobre sus causas. 

Por otro lado,  las exportaciones de petróleo hacia los EEUU, nuestro principalísimo cliente, disminuyen hasta llegar por debajo de 840 mil barriles diarios, a los cuales, para hacer el balance, hay que deducir los 195 mil barriles diarios que se importan como gasolina, consecuencia de decisiones caprichosas como el cierre de la refinería que teníamos en Saint Croix, Islas Vírgenes. Así, el  Financial Times estima que el neto del volumen de exportaciones es sólo de 685 mil barriles diarios, el menor desde 1984. Las otras fuentes generadoras de ingresos de PDVSA son nulas, debido al petróleo regalado al exterior, la distorsión del mercado interno y los compromisos de entregas a futuro a los chinos.

Para mayor gravedad, las promesas de Rafael Ramírez sobre aumento de la producción durante 2012, no se cumplirán. El propio Ramírez ha tenido que admitir que el aumento de producción en  500 mil barriles diarios no se dará, según él por falta de culminación de oleoductos para transportar la producción temprana -mezcla de crudo livianos con el extra pesado, fuente de ingresos de emergencia mientras se ejecutan las inversiones en los mejoradores. Pero las verdaderas razones, como las conoce el mundo petrolero, son la falta de liquidez de PDVSA –no tiene dinero para inversión, porque lo usa en promoción política-, y la indecisión de socios remisos que abrigan dudas razonables sobre la conveniencia de invertir en un país donde lo mismo te dan un contrato que te lo quitan si el jefe amanece de mal talante. 

Una visión que no es la más reconfortante para el sufrido ciudadano sobre la realidad del petróleo, del cual depende que en Venezuela tengamos qué comer, detalle del cual nuestro presidente se irá al otro mundo sin haberse enterado.

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