martes, 16 de noviembre de 2010

Mudese Usted.

Señor presidente: Usted nos está invitando, o conminado, a que nos mudemos a Miami y resulta que a mi no me gusta esa ciudad. Cierto que he estado pocas veces en esa urbe y no tengo una noción amplia y clara acerca de las ventajas y desventajas que pueda ofrecerme. Sólo sé que es muy plana y extendida y, de acuerdo a mis gustos, aburrida, y no estoy hablando de los gringos, quienes son burda de sosos. Tampoco me gustaría encontrarme con una colonia de cubiches, que ya no es colonia, muchos de los cuales hablan de lo sabrosa y bella que era Cuba. Aun, los que nacieron en Miami, que son la mayoría, hablan nostálgicamente del terruño de sus abuelos o padres como si hubieran asistido a un juego entre Almendares y Cienfuegos, como si hubiesen paseado por la 12 y 23, como si hubiesen rumbeado en el Tropicana, como si hubiesen departido con Lecuona, Hemingway y Carpentier, como si hubiesen degustado un Bacardi original, envuelto en aromas de un Montecristo, un Cohiba o un Davidoff.

No me agradaría encontrarme con una legión de latinoamericanos, especialmente venezolanos, que decidió instalarse en esa planicie para ver si la hacía más guapachosa o salsosa. ¡Qué va! No quiero saber más de nostalgias, de serenatas, cachapas y arepas peladas, de vecinos chéveres, de las gaitas, del Cacique, de la polarcita, de adecos y copeyanos ni de usted, contado por unos compatriotas que miran con otro cristal a esta patria en vías de desaparición. Yo prefiero, y he decidido, verla desaparecer con mis propios ojos y sentir las angustias del día a día con la esperanza y la convicción de que usted desaparezca del escenario venezolano para siempre. Y cuando le digo desaparecer, no lo tome a mal. Tengo muchos amigos que desaparecieron de mi visual hace muchos años, no sé de ellos, y sé que nunca más volveré a verlos, lamentablemente, así como desearía no saber más nunca de usted, ni verlo.

No quisiera escuchar, nunca jamás, el rumor encadenado de sus peroratas, no quisiera ver su figura deforme, pastosa, nerviosa, en una pantalla que cada día se hace más chiquita y odiosa, no quiero seguir deslumbrándome con su atuendo ni escuchar las loas a personajes despreciables, como Fidel, Ahmadinejad, Putin, Ortega, Gadafi y los extintos alias Tiro Fijo, Mono Jojoy, Raúl Reyes y otros mártires de su breve pero intensa y macabra historia, la cual tendremos que resaltar cuando tengamos que enseñarle historia patria a nuestros nietos y bisnietos. Yo sí quiero que sepan quién ha sido usted, no como usted, que intenta y ordena que se borre la historia de los hombres que durante 40 años construyeron un país, con falsetes y bemoles, pero que sonaba a música de las estrellas, a Lauro, a Carreño, Aldemaro y tantos otros que usted pretende borrar de la memoria de los venezolanos. Esa música tenía, y sigue teniendo, un arreglo, mas no la mezcolanza de acordes, sin son ni concierto, que pretende usted que bailemos.

De verdad que no me gustaría mudarme a Miami, más bien, NO ME MUDARÉ A MIAMI, porque no me da la gana. Me quedaré con la lánguida voz de Simón trashumando la sabana, buscando al Loco Juan Carabina, me quedaré con la fuerza de los estudiantes que claman por su alma mater, con las lágrimas de los miserables que perdieron a sus hijos y sus moradas, con el bastón del anciano que mendiga una mesada, con los niños de la calle huérfanos de amor y de posada, con el Ávila de Cabré, con la montaña mágica de Ilan, con mi Playa Colorada. Le digo, prefiero quedarme solo con tal de que usted se vaya. Le invito a que se mude para La Habana, a Pyongyang, a Trípolis, a Teherán. Su figura, su discurso, su atuendo, su religión, sus promesas, sus proyectos, son más afines a esas ciudades y sus gobernantes, y estoy seguro de que se encontraría como pez en el agua, con sus verdaderos panas, como decimos por aquí...gozando una bola. ¿Por qué no se va con sus promesas quiméricas a esos edenes? Allí puede crear un nuevo orden regional, nosotros le enviaremos el petróleo, si llegase a faltarle. Por favor, ¿Por qué no se larga y se lleva a sus edecanes y acólitos en un crucero por esos bellos e insondables parajes? Todos tienen playa o ríos. No sabe usted cuánto mejoraría nuestro ambiente, no sería necesario reciclar nada ni dejar de emitir gases de efecto invernadero. El ambiente se lo agradecería y...Yo, también.

Para culminar, si realmente quiere que me vaya, lléveme con usted en su crucero, para asegurarme de que la nave encalle en el turbio fondeadero donde van a recalar barcos que en el muelle siempre han de quedar.

Buen viaje.

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