sábado, 3 de julio de 2010

El paraestado soy yo

Rafael Gallegos


El pobre Luís XIV y su “estado soy yo” quedaron para los juegos infantiles. Esta “revolución” con toda la paciencia (de los venezolanos) ha construido un estado paralelo (paraestado) cuya intención es sustituir al existente. Hay que reconocer que en eso, han sido unos maestros. Es en lo único que han triunfado… por ahora. Del resto, tienen un cero en gerencia más redondo que el centro de un atolón. Veamos: el fracaso de Guayana, el dramático “apagón” de la producción de bienes y servicios y la vergonzosa pudrición de los containeres, así lo indican. La producción petrolera en barrena y los derrames en el Lago de Maracaibo, agregan otro cero, en gerencia petrolera. No conformes con tamaña “raspada” en gerencia, ahora van por otro cero, en geometría, con la nueva división territorial que implican los pomposamente llamados distritos motores de desarrollo, cuyas turbinas paradójicamente lo que generarán es más subdesarrollo. Con esa nueva división territorial del país, intentan minimizar el rol de las gobernaciones y alcaldías, o sea… revertir la descentralización. Todo el poder para yo.


En lo que hay que reconocer que el gobierno ha sacado buena nota es en paralelismo. Con paciencia de hormiguita han venido creando un estado paralelo a lo largo de esta docena de años. Comenzaron con aquellos Bolívar 2000 y Proyecto País, intentos de ayuda social que hacían paralelismo a los ministerios. Continuaron con las misiones. La Barrio Adentro, intenta sustituir (y destruir) al sistema de salud, en lugar de mejorarlo. Forman universitarios, “alternativos” por decir lo menos, mientras ahogan presupuestariamente a las excelentes universidades tradicionales. Puro paralelismo.


FOTOCOPIAS DEL FRACASO

Y a guinda de la torta es la fotocopia de los soviets del comunismo ruso y de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) del “modelo” cubano. Nada original. Puro yoismo en el poder. Lenin no tuvo empacho en construir su poder absoluto “en el nombre del pueblo”, con sus soviets. Por cierto, ya es hora de revisar la pintoresca versión de un Lenin bueno y un Stalin malo. Totalitarios los dos. Fidel Castro hizo lo mismo con sus CDR, que al decir de los cubanos, son más chismosos que ideológicos. Al igual que todos los comunistas que en el mundo han sido, Castro acabó con la democracia de su país “en el nombre del pueblo”. Mientras le explicaba que Batista era un dictador, se convirtió en otro. Y al estilo de los retrógrados regímenes de Corea del Norte, o del Haití de los Duvalier, la revolución cubana va resultando… hereditaria. ¿Ese es el modelo que quieren fotocopiar?


Ahora asistimos al socialismo del siglo XXI venezolano, con sus “yomunas” y sus “yonsejos yomunales”. Yo, yo, yo. Más de lo mismo. El tan nombrado empoderamiento del pueblo, pasa por Miraflores. Sin la aprobación del máximo líder, no hay dinero para las “yomunidades”. Y si no se ponen franelas rojas… menos. Todo un entramado legal para acrecentar el único desideratum de esta “revolución”: todo el poder para yo y para toda la vida.


COSTUMBRE Y LEDESMIZACIÓN

Muchos parecen acostumbrarse a un árbitro electoral rojito, incapaz de enfrentarse al gobierno en su larga cadena de cadenas electorales y a su hegemonía mediático electoral. La costumbre hace que les parezca normal que desde la televisión se le ordene su agenda a los poderes. O las expresiones “exprópiese” y “ven a mí que tengo flor”, que en un segundo acaban con el esfuerzo emprendedor de familias, con buenos empleos y reflejan la vulnerabilidad a que ha llegado la propiedad privada en Venezuela. ¿Tiene un solo dueño el país? Y los demás ¿qué pintamos?


Como decía mi inolvidable padre Rafael Gallegos Ortiz, el factor costumbre es fundamental para los análisis. Los venezolanos se acostumbraron a Gómez… y por ello duró tantos años. ¿Nos estaremos acostumbrando a esta democracia donde todos somos iguales; pero descaradamente son más iguales los “revolucionarios”? ¿Nos estaremos acostumbrando a esta inducida división del alma nacional?


La otra herramienta para imponer el paraestado, es la ledezmización. Tal como le hicieron al honorable alcalde Ledezma. Ganó y como siempre “en el nombre del pueblo” lo convirtieron como al puma, en dueño de nada. Si la oposición obtiene poder en la Asamblea a partir del 26S, podrían ledezmizar esos votos adelantando un Parlamento Comunal de franelas rojitas, que le reste funciones a la nueva Asamblea. Así, si el gobierno gana, gana, y si el gobierno pierde… gana. Como decía triniti: no pueden papierde con nadie.


Lo que pasa es que es muy difícil comerse la flecha de la historia. Atraganta. Y menos ante tamaño fracaso del comunismo. Denme una razón para que los venezolanos compremos este televisor en blanco y negro en plena era de las imágenes en 3D.

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