domingo, 8 de noviembre de 2009

Reflexiones de LUZ

Carlos Delgado

Yo tenía una luz
Que a mí me alumbraba
Y venía un milico
Y me la apagaba

¿A qué viene todo esto? A breves reflexiones, con un diccionario abierto, durante la búsqueda de las diferentes acepciones de la palabra LUZ en momentos en que la misma se apagaba, producto de una nueva interrupción del suministro de electricidad, fenómeno que ahora ocurre, invariablemente, en este país pletórico de recursos de generación de electricidad. Ahí vamos…

A la luz de los recientes acontecimientos, luce, a todas luces, que las parturientas no podrán dar a luz ni a la menguada luz del anochecer ni a la luz del día, menos con luz artificial, esa que se saca de la electricidad. Posiblemente, las velas, las linternas, o eso que llaman en Cuba, luz brillante, a base de queroseno, sean la solución a este apagón general, no providencial. ¡Ay luz que te apagaste!

Ahora, sin moral y luces, no sabremos adonde iremos a parar ni podremos echar luz en tiempos de enfermedades o tendremos que rayar la luz de la razón para salvarnos de esta penumbra que nos está envolviendo. Dar a luz obras literarias que arrojen nuevas luces sobre el acontecer de esta historia que marcha a la velocidad de la luz o sacar a la luz pública que casi todo el país sufre y protesta por falta de luz, podría ser considerado como la obra de un alucinado que no acepta la claridad de la revolución bonita. Quizás, alguien vea luz y nos indique donde encontrar un cono de luz que guíe nuestros pasos o nos señale donde queda ese reservorio de libros llamado El Gusano de Luz, para leer, a la luz de un menguado farol o inclinado sobre una mesa de luz, preciosos libros sobre ese histórico período de la Ilustración. Ojalá no nos agarre un toque de queda y tengamos un toque de luz que nos permita brindar amor místico a la añorada amada con nuestra varita de luz.

Podría ser que, al frotar la lámpara de Aladino, veamos a nuestra romántica luna con esa luz cenicienta, que entra como débil luz cenital a través de nuestro hermoso cielo, en tiempos de Luna Creciente, y nos muestre el maravilloso y enigmático vuelo de las luciérnagas, esas que, paradójicamente, tienen comportamiento lucífugo al escapar hacia el más distante lucero donde reina, en las tinieblas, Lucifer, el aliado del Iluminado que rige a este opaco país, en compañía de sus acólitos lunáticos. Desearía que la magia y la lucidez de Aquiles, nuestro inolvidable bardo, brillara en el cielo, como una luz de Bengala, y nos revelara el sendero que conduce al aposento de su querida Loca, Luz Caraballo, quien nos daría luz verde para localizar el “apagadero” con el cual extinguir esa luz roja que nos atormenta desde hace casi once años y que nos ha dejado lucios, al pie de un fogón, con una hoguera en manos, tratando de competir con la luz ultravioleta que revela los fantasmas de la otrora lucencia que inundaba el porvenir de este menguado, lúgubre y luctuoso país que vive dominado por la lujuria del comandante.

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