viernes, 16 de octubre de 2009

CASAS ROJAS

Rafael Gallegos


En Venezuela decir Casa Amarilla, es nombrar la cancillería y hace inevitable recordar a Cipriano Castro, asustado, brincando por uno de sus balcones en ropa interior y rompiéndose una pierna, en ocasión del terrible terremoto de 1900. Por cierto, ese salto sirvió para que la sede del gobierno central se mudara desde allí, hacia el Palacio de Miraflores. En lo internacional, nombrar la Casa Blanca norteamericana o la Casa Rosada argentina, encierra toda una simbología. En literatura, las “Casas Muertas”, de Otero Silva, muestran con marcado realismo la sociedad palúdica, inerte, fracasada y sin esperanzas que era la Venezuela de Gómez. La “revolución” venezolana, siempre tan original, también logra su casa - imagen en las casas rojas. O sea, en los ranchos de ladrillo sin frisar que rodean a Caracas, convirtiendo al Ávila en un cerro en rojo – rojito, que alberga en su seno insalubridad, delincuencia y miseria.


Tal vez los “revolucionarios” crean que basta con cambiarle el nombre al Ávila por Guaraira Repano, para revertir tanta carencia, que vergonzosamente se ha incrementado luego de once años de gobierno. ¿Rebautizarán “ciudad de los techos rojos” que fue Caracas, como la “ciudad de los ranchos rojos”? Hoy hay más techos de cartón que nunca. Es más triste que nunca cuando cae la lluvia. ¿Qué pensaría Alí Primera? Esta “revolución” en once años, ha construido menos viviendas que en cualquier período de la mal llamada cuarta república. Entonces, ¿para qué sirve el tan promocionado socialismo del siglo XXI? ¿Con hambre y sin vivienda con Chávez me resteo?


Puro seguimiento estricto del modelo cubano, que ha convertido al “pueblo” en una palabra que solo le sirve al gobierno para decirle heroico y revolucionario en tanto discurso, mientras los cubanos de carne y hueso sucumben por cincuenta años de marasmo socialista, racionamiento perenne y absoluta falta de libertades.


CON El rancho en la mente


La gravedad no estriba en que, como dicen algunos, el rancho esté en la mente de los venezolanos. Total, para eso está la educación, para hacer hombres y mujeres asertivas, capaces de desarrollar sus potencialidades y orientarlas hacia el bienestar. Para sacar ranchos de la cabeza. La gravedad sucede cuando el rancho está en la cabeza, del gobierno. Porque si así están los líderes, ¿que quedaría para los liderados?


Cuando el gobierno le dice al pueblo: ser rico es malo, le atornilla el rancho en el cerebro, con su secuela de malos servicios y delincuencia. Cuando se jactan de una PDVSA petrolero- verdulera que llevan hacia los sótanos corporativos, o de una electricidad que - aunque usted no lo crea – es puro apagón en todos los pueblos de Venezuela, o de destruir haciendas productivas generando hambre en los niños campesinos; o última hora, de confiscar hoteles y marinas que siguiendo los improductivos patrones de la “revolución”, seguramente estarán en ruinas el año que viene, nos convencemos que el rancho está en la cabeza de la “revolución”. Esta percepción se refuerza cuando se observa a los ministros regañando, al mejor estilo cubano con eso tan patético de no gasten tanta luz ni gasten tanta agua, como si los ciudadanos fuéramos culpables de tanta ineficiencia. Pronto nos dirán: no coman tanto ¿Estaremos entrando en “período especial” venezolano? A este paso, llegaremos en pocas décadas a los logros cubanos como el reciente permiso que les acaban de dar de… usar ventiladores. Créanme, si no fuera por los fieros tiburones, Cuba sería Cayo Pelón. ¿Es eso lo que usted quiere para Venezuela?


Es imperativo expulsar el rancho de la cabeza. El rancho y el rojo. Tenemos derecho a ser un país democrático, con Poderes Públicos autónomos, elecciones limpias, industria petrolera de primera, empresas y empleos, hospitales que curen, escuelas que enseñen. Un gobierno que le diga al pueblo que nuestro primer deber es transformar el petróleo, las tierras, las aguas, las playas, el hierro, la bauxita y tanto recurso que Dios nos dio, en riqueza para los venezolanos. Léase bien, para los ve-ne-zo-la-nos. Ya está bueno de pedirle al pueblo que desayune promesas, almuerce ches guevaras y cene cadenas, diciéndole que el 99 % del país está cubierto en salud, mientras su hermana acaba de parir en la acera. Ranchos rojos en los cerros y en los cerebros. Se solicita gobierno con quinta en la cabeza.


HONOR A QUIEN HONOR MERECE


A cuatro connotados miembros de la Sociedad Venezolana de Ingenieros de Petróleo (SVIP), les será otorgado el Doctorado Honoris Causa por parte de la Universidad del Zulia (LUZ), el próximo 22 de octubre. Ellos son los meritorios ingenieros José Chiquinquirá Ferrer, Adafel Rincón, Marcía Martínez y Jorge Barrientos, ejemplos de talento y dignidad. Desde esta columna, nos unimos al SVIP y a la comunidad petrolera, celebrando tan merecido reconocimiento.

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