viernes, 3 de julio de 2009

EL ORACULO DEL PETROBONO

Hay muchas lecciones y señales acerca de lo que está por venir implícitas en la emisión de Petrobonos 2011 que ha hecho PDVSA esta semana. A través de la operación, el Estado venezolano ofrece a los compradores papeles que le permitirán obtener 2.000 dólares dentro de dos años. Los títulos se adquieren en bolívares, por lo que, puesto así, la operación aparecía como una compra de dólares que serán entregados a futuro.


Así estaba diseñada la operación en primera instancia. La letra chiquita que acompañaba al bono, que nos hemos acostumbrado a leer con especial esmero a raíz de las trampas que han sido introducidas en el pasado en estas operaciones, indicaba que el instrumento no podría ser vendido en dólares antes de la fecha de su vencimiento. Siendo así, no cabía la posibilidad de deshacerse de inmediato del bono adquirido, para trasladar a algún otro agente, a cambio de cierta prima, el riesgo de esperar dos años.


Como suele suceder con este gobierno, uno nunca sabe si hubo una equivocación o si se trataba de una política. Lo cierto es que no debió haber sido mucha la demanda en las primeras de cambio, porque un par de días después, a través de un anexo algo confuso, se eliminó esa restricción, abriendo la posibilidad de liquidar los títulos de inmediato en el mercado secundario. Se dice fácil, pero ejecutarlo toma algo más de dos días. Con la improvisación del caso, se incorporó esta posibilidad sin haber realizado en las bolsas en el exterior el correspondiente registro de los títulos. Si no están registrados, ¿cómo va a ser posible liquidarlos en los mercados internacionales? “Aquí no tenemos ni idea”, respondieron desde PDVSA a las numerosas llamadas de las casas de bolsa y bancos interesados.


Uno de esos aprendizajes clave de la emisión ha sido develar la percepción de riesgo que existe acerca de la deuda del Estado venezolano. A la fecha, el estimado de venta del bono en el mercado secundario es apenas 68% de su valor, lo que significa que el mercado mundial le está exigiendo a Venezuela 19,42% de interés para poder absorber los títulos. Una tasa así, en un momento en que en el mundo las tasas de interés se han venido al piso y los títulos del tesoro de Estados Unidos de encuentran alrededor de 1%, es todo un escándalo. En otras palabras, si en lugar de dos años, el Estado hubiese escogido colocarlo a 5 años, el bono se cotizaría a 38%, la expresión más pura de lo que en el mercado se denomina un “bono basura”.


Con ese descuento, quien estuviese interesado en el Petrobono como mecanismo para adquirir divisas de inmediato, debió de haber ofertado una prima entre 160%-180%, que darían tasas equivalentes de adquisición de divisas entre 5,2 y 5,8 bolívares por dólar.


El gobierno socialista escogió la modalidad de subasta para determinar el precio de los bonos. Llama muchísimo la atención que haya sido así, toda vez que la subasta es el mecanismo por excelencia del mercado, un instrumento liberal a través del cual el vendedor procura averiguar la disposición a pagar del comprador, sacándole así el mayor provecho posible a la venta.


Para hacer atractivo el instrumento a los bancos, se cometió la sinvergüenzura de no considerar esta deuda denominada en dólares como parte de las inversiones en moneda extranjera de la banca. Por esa razón, es muy probable que el sistema financiero termine empujando la subasta por encima de 200%. A ese nivel, el instrumento como medio de adquisición de divisas inmediato no es tan atractivo, aunque sí lo es como inversión de mediano plazo: Rinde 19,42% anual en dólares, siempre y cuando el Estado venezolano pague su deuda dentro de dos años.


Todo este afán por evaluar la inversión y tratar de definir una estrategia que nos permita sacarle el mayor provecho, dejó escapar por debajo de la mesa el hecho de que PDVSA ha vuelto a emitir deuda financiera para pagar sus gastos operativos. Un remedio que de implementarse de forma consistente es récipe seguro para la bancarrota financiera. Una vez más estamos comprando algunos meses de oxígeno a cambio de la ruina futura.


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